Tomorrowland
(Tomorrowland, Estados Unidos, 2015)
de Brad Bird
Jesús Guerra
Tomorrowland ('La tierra del mañana', sería en español) está basada en una de
las secciones del parque de atracciones Disneylandia. Esto ya de entrada
debería de ser un indicador de que algo está mal. Sin embargo, la saga de Los
piratas del Caribe no está basada en toda una sección de Disneylandia, sino
en una sola de sus atracciones, y resultó una maravilla. Así que había espacio
para el optimismo al entrar a la sala de cine, sólo para salir dos horas y diez
minutos después, aburrido y con cara de «¿qué?»
La cinta abre con Frank Walker (George Clooney) hablando a
la cámara. Nunca sabemos a quién se dirige, así que suponemos que a nosotros. Y
mientras intenta narrar la historia que luego veremos, lo interrumpe una y otra
vez Casey Newton (Britt Robertson), con añadidos y correcciones. Lo que se nos
narra lo vemos ilustrado, y luego la película simplemente se sigue, olvidándose
de los narradores.
Frank, de niño, era un prodigio. Inventó una mochila
propulsora para volar, aunque no funcionaba del todo bien. La llevó a una feria
de inventores para ganar un dinero y no lo ganó, pero ahí lo contactó una niña,
bastante extraña (después sabremos por qué era extraña) llamada Athena (Raffey
Cassidy), quien le dice que la siga, cuando ella y otras personas se encaminan
a algún lugar por el momento desconocido. Y le entrega un pin y le dice
que se lo ponga en la solapa. El pequeño Frank sigue las instrucciones y luego
de pasar por secciones secretas del lugar, gracias a su pin, termina en un
lugar llamado Tomorrowland, que aparentemente está en otra dimensión (¿que no
se suponía que tendría que estar en nuestro futuro?). Ahí, Frank, rodeado de
maravillas tecnológicas, crece y suponemos que vive feliz, hasta que hace algo,
que no se dice, ni en ese momento ni nunca, motivo por el que Frank, ya adulto,
es deportado de nuevo a la Tierra, en donde se convierte en una suerte de
recluso de su propia casa debido a su aparente paranoia.
Por otra parte tenemos a Casey Newton, una adolescente
súperinteligente aunque también muy terca, que se la pasa frustrando los
intentos de la NASA por demoler una de sus bases de lanzamiento, debido a que
su papá, un ingeniero espacial ahora desempleado, trabajó ahí, y porque esa
base representa los sueños de la propia Casey por, algún día, viajar a las
estrellas. En una de esas ocasiones es arrestada, y cuando su padre la saca de
ahí, encuentra entre sus pertenencias, luego que se las devuelven en la
policía, un pin idéntico al que recibió el pequeño Frank. Cuando Casey toca el
pin, se ve, como en una alucinación, en otra parte, un campo muy bello y al
fondo la silueta de una ciudad futurista. Sigue tocando el pin y mirando esas imágenes,
hasta que llega a la ciudad del futuro y todo lo que la rodea le fascina, hasta
que al pin se le acaba la batería. Así se da a la tarea de buscar de dónde
salió ese pin y es entonces cuando comienza su aventura. Por supuesto, en el
camino se encuentra a la misma niña extraña que conoció el pequeño Frank,
Athena, y ésta le dice que lo que ella requiere es conocer al doctor Frank
Walker, así que juntas roban un auto (maneja Athena, claro) y luego de varias
horas de camino, Athena deja a Casey frente a la propiedad de Frank, y arranca.
Hasta aquí la cinta es confusa, debido a los saltos
narrativos y a los huecos de información, pero aún interesante, pues suponemos,
inocentemente, que al final lo entenderemos todo.
La cinta tiene una premisa clara (que incluso es discutida
en la cinta misma en una conversación entre Frank, Casey y el gobernador de
Tomorrowland, Nix, un desperdiciadísimo Hugh Laurie), una premisa contraria a
la moda existente de futuros distópicos o antiutópicos, y un mensaje muy claro
también: sí, nuestro futuro puede ser terrible pero eso es sólo un futuro
posible, si hacemos nuestra parte y, sobre todo, enseñamos a nuestros niños y
jóvenes a trabajar por un futuro bueno, justo, ecológico, limpio, equilibrado,
disfrutable y feliz, podemos lograrlo. La idea no está nada mal. El problema
con esta cinta no es ni su tema ni su mensaje positivo, es la extrema confusión
con que está contada la historia, los enormes huecos de información, y los
errores narrativos lamentables, y, al final, el hecho de dar su mensaje de
manera tan obvia y cursi que en realidad parece un anuncio de refresco.
Y es una lástima, porque técnicamente la película está muy
bien hecha, y el diseño de arte es estupendo. La idea del futuro que se nos
muestra es la idea que se tenía en los años 50. Lo que vemos en pantalla no es
nuestro futuro, por lo menos no exactamente así, sino que es la idea fantástica
del futuro de nuestro pasado. Un futuro retro. Hay una escena particularmente
bella, en términos puramente visuales, que sucede en lo alto de la torre
Eiffel.
No sólo es una lástima que la película no funcione en
términos narrativos, sino que es una sorpresa enorme por dos motivos: el
primero, porque está producida por los estudios Disney, que normalmente cuidan
mucho los guiones, porque están dirigidos a niños, no sólo para que los niños entiendan
bien las cosas, sino porque los niños son muy buenos para encontrar
inconsistencias en los argumentos con sus eternos porqués. Es una lástima y una
sorpresa, además, porque la cinta está coescrita y dirigida por el
norteamericano Brad Bird, quien tiene en su filmografía como realizador dos
cintas animadas realmente geniales: The Incredibles y Ratatouille
(esta última mi película animada preferida), además de haber dirigido la
entrega más reciente (2001) de la serie de Misión imposible. Ni modo,
habrá que esperar su siguiente película.
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Tomorrowland. Dirección: Brad Bird. Guión:
Damon Lindelof y Brad Bird, basado en una historia original de Damon Lindelof,
Brad Bird y Jeff Jensen. Música: Michael Giacchino. Fotografía: Claudio
Miranda. Edición: Walter Murch y Craig Wood. Diseño de Producción:
Scott Chambliss. Con: George Clooney, Hugh Laurie, Britt Robertson y
Raffey Cassidy, entre otros. País: Estados Unidos. 130 minutos.