Cuatro estaciones en La Habana
Jesús Guerra
Voy a comentar y recomendar una serie de televisión, pero para
ello primero les hablaré brevemente de la serie de libros en la que está
basada. (Si quieren leer la reseña de cada una de las novelas, hagan clic sobre
los títulos de las obras mencionadas más abajo, y los remitirá a mis
comentarios en el blog Lecturas Tu Red.)
La serie Mario Conde está compuesta, hasta la fecha, por ocho novelas. Las
primeras cuatro fueron planeadas como una tetralogía, llamada «Las cuatro
estaciones». Estas cuatro obras transcurren todas durante el año de 1989, y
cada novela sucede en una estación diferente del año. Estas novelas son: Pasado perfecto (de 1991), que sucede los primeros días de enero de 1989, y
por tanto en invierno, aunque un invierno tropical; Vientos de cuaresma
(de 1993), que transcurre en la primavera; Máscaras (de 1997), en
verano, y Paisaje de otoño (de 1998), que transcurre en la
estación mencionada en el título. Al finalizar la cuarta novela, Mario Conde
abandona su trabajo como policía de La Habana, sin embargo, como lo veremos en
las novelas posteriores, aunque oficialmente se dedica a la compra-venta de
libros usados, termina investigando varios casos más como detective privado.
Por diversos y felices motivos, las aventuras de Mario Conde desbordan
la tetralogía original, y de 1998 a 2013, Leonardo Padura agregó otras cuatro
novelas a la serie de su detective, aunque éstas se ubican ya después de 1989.
La quinta novela, llamada Adiós, Hemingway, se desarrolla en
1997, es decir, ocho años después de las cuatro novelas iniciales. La sexta, La neblina del ayer, ocurre en el año 2003, catorce años después de las
primeras cuatro, y seis años después de la quinta, y la séptima, La cola de la serpiente, que, aunque se desarrolla en 1989, es
narrada-recordada en algún momento de principios del siglo XXI. La octava
novela, Herejes, es la única de la serie que no he comentado aún.
Las novelas pueden ser leídas en el orden en que las vayan consiguiendo, pues
cada caso es autónomo, pero yo recomiendo leerlas en orden, para entender mejor
la historia del detective, de su grupo de amigos, de las personas que le ayudan
a resolver los casos y la muy importante historia sentimental de Mario Conde, además
de la historia de Cuba de las últimas tres décadas y la evolución literaria de
Leonardo Padura.
La serie de televisión me la encontré por casualidad en Netflix y
fue una sorpresa espléndida. Se trata de una coproducción entre España y Cuba.
Se llama, como ya apunté, Cuatro estaciones en La Habana, y está
compuesta —por lo menos hasta el momento—, de la adaptación de las primeras
cuatro novelas de la serie, es decir las que componen la tetralogía original.
Hablamos, entonces, de cuatro capítulos de aproximadamente 90 minutos cada uno.
Por algún motivo que desconozco —pero debió de haber una razón práctica para
ello—, el orden de los dos primeros capítulos está invertido, es decir, el
primer capítulo de la serie es la adaptación de la segunda novela, y el segundo
capítulo de la serie de televisión es la adaptación de la primera novela.
Además, el título de la segunda novela, Vientos
de Cuaresma, pasa en la serie a «Vientos de La Habana», capítulo inicial que se estrenó en alguna parte como película.
Las novelas están muy bien adaptadas, y eso se debe, entre otras
cosas, a que el guión de los cuatro capítulos es del propio Leonardo Padura y
de su esposa, Lucía López Coll. La dirección de los capítulos es del cineasta
español Félix Viscarret (nacido en Pamplona en 1975). El reparto es buenísimo.
El personaje del detective Mario Conde lo interpreta Jorge Perugorría (el actor
que se hizo muy conocido entre nosotros, hace ya más de 20 años, debido a su
impresionante actuación en la película cubana Fresa y Chocolate, de
1993). Enrique Molina interpreta al Mayor Rangel, Carlos Enrique Almirante
encarna al sargento Manuel Palacios, Manolo, el ayudante del Conde; y del
entrañable grupo de amigos del Conde tenemos a Luis Alberto García, que
interpreta a Carlos el Flaco, a Jorge Martínez, que interpreta a Andrés,
y a Mario Guerra que interpreta a Candito el Rojo.
La música, bastante buena, es de Andrés Levin y Mikel Salas, la
edición es de Antonio Frutos, el diseño de producción es de Carlos Urdanivia, y
la fotografía es de Pedro J. Márquez. Llama la atención la fotografía, muy bien
lograda, y además creo que ninguna película cubana que yo haya visto muestra La
Habana de manera tan minuciosa como esta serie. Esto, por supuesto, está muy
relacionado con las novelas, pues en las obras de Padura existe esta intención,
La Habana no es sólo paisaje, es un personaje fundamental.
Aunque los guiones están muy bien adaptados, debido a las
diferencias entre los dos medios, yo recomiendo también leer las novelas de
Padura. Pueden leerlas antes o después de ver los capítulos de esta serie, pero
sí es importante que las lean, sobre todo porque los libros contienen mucha
información que forma parte de los recuerdos y de las nostalgias del Conde, este
melancólico pero enamoradizo detective caribeño. Los recuerdos, las nostalgias
y las reflexiones, salvo en ciertos momentos y breves, no se pueden incluir en
las versiones fílmicas, por cuestiones de duración, de ritmo y de formato. Mi
recomendación, por tanto, no es un formato sobre el otro, sino los dos: vean la
serie de televisión, Cuatro Estaciones en La Habana, y lean las novelas
de Leonardo Padura en las que están basados los capítulos. La serie está en
Netflix, las novelas están publicadas por Tusquets Editores.