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Los dos papas
(The Two Popes, Reino
Unido, Italia, Argentina, Estados Unidos, 2019)
de Fernando Meirelles
Jesús Guerra
Si les dicen que hay una película sobre el papa Benedicto XVI y el
cardenal que sería su sucesor, ustedes preguntarán: «¿Y de qué trata?»
Seguramente les dirán algo como: «Es una conversación entre los dos. Muy intensa.
Hablan de religión, de la dirección que debe tomar la Iglesia católica, del
tema de los sacerdotes que han abusado de niños y niñas en todo el mundo, de
las dudas existenciales de cada uno de ellos...» (lo cual es cierto, la cinta
trata, entre otras cosas, de eso). ¿Qué tipo de película se imaginan ustedes
que es? Lo común sería imaginar una película bastante lenta, que se desarrolla
entre pasillos y salas de estar del Vaticano, quizá con algunos flashbacks,
pero básicamente una cinta conversada. Interesante, sin duda. Tal vez algo
aburrida.
Pero lo importante, en realidad, para poder imaginarla correctamente,
son los otros datos acerca de la cinta. La dirección es de Fernando Meirelles
(el director brasileño de Ciudad de Dios, 2002; The Constant Gardener,
2005; y Ceguera, 2008 —esta última basada en la novela de Saramago Ensayo
sobre la ceguera—, entre muchas otras películas y series de TV); el guión
es de Anthony McCarten (guionista de The Theory of Everything,
2014; Darkest Hour, 2017 y Bohemian Rhapsody, 2018, entre otros
guiones, obras de teatro y novelas. Esos tres guiones suyos no sólo son los más
recientes y los más famosos, sino que los tres fueron la base para tres
películas cuyos actores principales se ganaron el Oscar), y está interpretada
por Anthony Hopkins como el cardenal Ratzinger luego el papa Benedicto XVI, y
por Jonathan Pryce, como el cardenal Jorge Bergoglio, luego el papa
Francisco... Con esta información muy probablemente su idea de lo que podría
ser la cinta Los dos papas cambiará bastante. ¿Pero qué tanto cambiará?
Permítanme decírselos de una vez: la película no tiene nada que ver con lo que imaginan.
Va más allá, mucho más allá, es una obra hecha de una manera completamente
diferente a lo que seguramente imaginan.
Jorge Bergoglio, el nuevo papa Francisco (el siempre estupendo
Jonathan Pryce) intenta hacer una reservación, por teléfono, personalmente,
para un vuelo de avión, porque algo no funciona bien con su WiFi. Lo vemos de
perfil, casi desde atrás, en un plano muy cerrado. «¿Nombre?» «Jorge
Bergoglio». La mujer que lo atiende, al escuchar su nombre, se pone en guardia.
«¿Como el papa?», «Sí, bueno, de hecho...» La mujer lo corta a media frase.
«¿Código postal?» «Ah, no lo sé... Ciudad del Vaticano». «Qué gracioso». La
mujer cuelga. Así empieza la película. Esta escena debe de ubicarse en 2013, en
los primeros días o semanas del papa Francisco.
La escena siguiente se desarrolla unos años antes, en
abril de 2005, cuando el cardenal Bergoglio está dando una especie de charla en
un barrio de Buenos Aires (tal vez una misa al aire libre). Interactúa con la
gente. Bebe jugos con ellos. Menciona algo de su equipo de futbol preferido. La
gente le aplaude. Entonces, una mujer se le acerca y le avisa que el papa (Juan
Pablo II) acaba de morir.
La siguiente escena es un muy eficaz collage de
diversos periodistas de diferentes partes del mundo, haciendo comentarios en
varios idiomas sobre el recién fallecido papa mientras se muestran escenas de
su funeral en el Vaticano. Así es como empieza esta película, con una enorme
agilidad, con ingenio para brindarnos la información requerida.
Luego vemos los preparativos para la votación para elegir
al sucesor de Juan Pablo II. Queda establecido que Ratzinger no quiere a
Bergoglio, porque es el polo opuesto suyo de las tendencias de la Iglesia.
Ratzinger es dogmático, serio, duro. Un intelectual, un académico, con un
pasado en las juventudes del nazismo. Bergoglio es popular, querido por la
gente, cercano a la gente, reformista, con ideas completamente diferentes a las
de los conservadores del Vaticano, que no habla sólo de religión sino de
problemas ambientales, de las desigualdades económicas, de política y muchos
otros temas y problemas actuales.
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Ratzinger gana la elección. Es el nuevo papa. Bergoglio se
desanima por la victoria del conservadurismo. Piensa que lo mejor que puede
hacer es renunciar a su puesto de cardenal e irse a atender una pequeña
parroquia. La siguiente escena salta al año 2012. Bergoglio está desesperado
porque no le llega respuesta del Vaticano, a donde escribió pidiendo el permiso
del papa para retirarse. Compra un boleto para Roma. Piensa que debe ver su
caso directamente con Benedicto XVI. Y entonces recibe carta del Vaticano. El
papa lo cita pues quiere hablar con él personalmente. ¿Es eso una señal?
Lo que sigue es una serie de escenas extraordinarias de
conversaciones entre Benedicto XVI y Jorge Bergoglio. Extraordinarias en
principio por tratarse de quienes se trata, en donde estos dos personajes
diametralmente opuestos se acercan y chocan, pero poco a poco comienzan a
entenderse, aunque sus puntos de vista no cambien. Extraordinarias las escenas,
también, por estar interpretadas por Anthony Hopkins y Jonathan Pryce, dos
verdaderos gigantes de la actuación (ambos originarios de Gales).
Los dos hombres tocan temas importantes, muy serios, pero
no siempre institucionales, poco a poco se abren uno al otro y hablan de sí
mismos, de sus historias, de sus dudas. Se trata de dos hombres mayores
hablando de su vida. Y en momentos inesperados aflora un delicioso sentido del
humor. Hasta chistes se cuentan, y aunque el receptor no siempre lo capta, el
espectador sí.
Ratzinger y Bergoglio, en la realidad, se vieron tres
veces. Lo que conversaron no lo sabe nadie. El guionista, el espléndido Anthony McCarten ha
declarado que lo que hizo fue conseguir todo lo que pudo sobre Ratzinger y
Bergoglio, todo lo que han escrito o que han declarado a la prensa, lo que han
dicho en público, entender sus puntos de vista, sus posiciones sobre todos los
temas posibles y crear los diálogos. Todo lo que dicen en estas conversaciones
ficticias está respaldado. No se lo dijeron realmente uno al otro, pero lo
dijeron o lo escribieron en algún momento. Y ese trabajo del guionista es
extraordinario.
El director, Fernando
Meirelles, por su parte, le ha dado un aire de
intimidad, una gran calidez, una enorme agilidad, un tono maravilloso, y un
delicioso sentido del humor incluso en la musicalización, y ha logrado
entregarnos una película reflexiva y emotiva, así como divertida y gozosa,
llena de momentos brillantes. Es un filme que merece ser visto (y revisto),
tener éxito, ganar premios y convertirse en un clásico. Es una de esas
películas en las que todo, o casi todo, es formidable.
Los dos papas ya obtuvo varias nominaciones para
los Golden Globes 2020: Mejor Película, categoría Drama; Mejor Actor en una
película de Drama: Jonathan Pryce; Mejor Actor de Reparto en cualquier tipo de
película: Anthony Hopkins; y Mejor Guion en cualquier tipo de película: Anthony
McCarten. Es sorprendente que Fernando
Meirelles no haya conseguido nominación para Mejor Director, pero así son los
premios (de cualquier tipo): inconsistentes.
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Los dos papas (The Two Popes)
Dirección: Fernando
Meirelles
Guión:
Anthony McCarten
Fotografía: César Charlone
Edición: Fernando Stutz
Diseño de producción: Mark Tildesley
Dirección de arte: Saverio Sammali
Música:
Bryce Dessner
Con:
Anthony Hopkins, Jonathan Pryce, y Juan
Minujín, en los papeles principales
Género:
Biografía, Comedia, Drama
País:
Reino Unidos, Italia, Argentina, Estados Unidos
Idioma:
Inglés, español, latín, italiano, alemán
Año:
2019
Duración: 125 minutos