Regreso a Ítaca
[película]
(Retour à Ithaque, Francia, Bélgica, 2014)
de Laurent Cantet
Jesús Guerra
Esta cinta nos muestra una reunión, en la azotea de un edificio de
La Habana —los cincuentones en realidad ya no hacen fiestas, aunque quieran—,
de cinco amigos (cuatro hombres y una mujer), para celebrar el regreso de uno
de ellos que ha vivido 16 años en España y, la sorpresa para algunos de ellos,
ha vuelto para quedarse. Los amigos son Amadeo (el Ulises de este regreso,
escritor bloqueado y exiliado nostálgico, interpretado por Néstor Jiménez),
Aldo (ingeniero que vive en realidad de arreglar baterías de carro en un taller
clandestino, encarnado por Pedro Julio Díaz Ferran), Tania (odontóloga que
sobrevive con su salario y los regalos de los pacientes agradecidos,
interpretada por Isabel Santos), Rafa (pintor frustrado y alcohólico en
recuperación, interpretado por Fernando Hechavarria) y Eddy (desertor de la
literatura y funcionario gubernamental —dirigentico, dicen sus amigos—,
encarnado por el actor más conocido del elenco, por lo menos fuera de Cuba:
Jorge Perugorría, quien dos años después interpretó el papel del detective
Mario Conde en la miniserie Cuatro Estaciones en La Habana,
escrita y basada en novelas de Leonardo Padura, y dirigida por el español Félix
Viscarret).
Comienza a atardecer. Se encuentran los amigos —menos Eddy, que
llega más tarde— en la azotea del edificio en donde vive Aldo, frente al mar.
Abajo, el Malecón. Comienzan escuchando música y bebiendo ron, bailando
canciones de los años 60 y 70, y platican. Como todas las reuniones de amigos
que lo han sido desde la preparatoria, es obvio que ellos siempre platican de
lo mismo, las mismas anécdotas de cuando eran jóvenes, los mismos recuerdos
compartidos, con pequeñas variaciones y agregados. Se divierten, y los
espectadores también. Pero además de la alegría de reencontrar al amigo que no
ven desde hace tres lustros, y la de reencontrar —los que han vivido siempre en
La Habana— a los amigos más cercanos, para hablar en confianza y tomarse unos
tragos, hay también una especie de resentimiento contra Amadeo de algunos de
los que se quedaron, y hay algo más, problemas no resueltos entre los que
permanecieron en el país.
Y así, a través de conversaciones entre todos, o de
diálogos discretos entre dos o tres de ellos, y de discusiones (porque Amadeo
no regresó ni siquiera cuando su esposa, que se había quedado en La Habana, se
estaba muriendo; porque Eddy abandonó la escritura para convertirse en un
funcionario corrupto; porque Tania se ha convertido en una amargada; porque
Rafa traicionó sus ideales artísticos para convertirse en un pintor de segunda
que vende obras decorativas), vamos entendiendo los espectadores —y también los
personajes— no sólo los motivos por los que Amadeo se fue a España y se quedó
allá y por qué no regresó antes, sino también la historia y algunos secretos de
cada uno de ellos y, en su conjunto, la historia de una generación de cubanos
—la generación a la que pertenece el autor, Leonardo Padura—, y su relación
cada vez más amarga con el país al que pertenecen y al que quieren.
Todo transcurre en esa azotea, con excepción del momento en que
bajan a cenar al departamentito de Aldo (esto en la película, porque en el
guion cenan ahí mismo en la azotea) a lo largo de esa reunión que va del
atardecer al amanecer habaneros. Tanto los personajes como la cámara por
momentos se asoman al mar, al malecón y a los edificios vecinos. Una pareja se
pelea a gritos en el edificio de al lado. Se escucha el escándalo de la gente,
a muchas manzanas de distancia, en el estadio de beisbol. En la azotea vecina,
un poco más baja que la del edificio en el que están los amigos, unos vecinos
matan a un puerco para la cena.
El argumento y los diálogos son tan buenos, están tan bien
escritos y tan bien actuados que uno no puede desprender los ojos de la
pantalla, a pesar de que todo sucede en una misma locación, y de que la acción
se reduce básicamente a hablar. Esto implica que para ciertos espectadores,
quizá los más jóvenes, amantes sólo de las películas de acción y de las
adaptaciones de cómics y, sobre todo, ignorantes de la situación de Cuba y de
su gente, esta cinta debe resultar no sólo lenta y aburrida sino incomprensible
(es decir triplemente aburrida), pero para los espectadores medianamente
maduros (maduros como espectadores) esta obra es emocionante, a ratos cómica,
por momentos muy dramática e intensa, siempre dispuesta para que le colguemos
nuestra empatía. Hay que repetirlo: las actuaciones son muy naturales y muy
intensas, el guión es espléndido, y la dirección muy acertada. Pero aquí hay
que subrayar el hecho de que la producción es franco-belga y el director es
francés. El guión, la historia y los actores son cubanos, y está hablada en
español (es decir, en cubano). Es una película cubana de un director francés,
filmada en La Habana, y eso es una hazaña impresionante. Una película estupenda
y entrañable.
Esta obra, de un presupuesto bastante bajo pero evidentemente muy
bien aprovechado, se filmó en sólo 17 días. En el Festival de Biarritz de Cine
Latinoamericano se ganó el premio a Mejor Película. Y en el Festival de Cine de
Venecia se ganó el premio Días de Venecia.
La película se puede ver en YouTube.
También en YouTube hay dos entrevistas muy interesantes
relacionadas con esta película:
Una con el director, Laurent Cantet: https://www.youtube.com/watch?v=Iqf1fggdPuU
Y otra con el guionista, Leonardo Padura: https://www.youtube.com/watch?v=aCu9A4iMSzc
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Regreso a Ítaca (Retour
à Ithaque)
Dirección:
Laurent Cantet
Guión:
Leonardo Padura y Laurent Cantet, con la colaboración de Lucía López Coll.
Inspirado en episodios de La novela de mi vida, de Leonardo Padura.
Fotografía:
Diego Dussuel
Edición: Robin
Campillo
Dirección de producción: Onelio Larralde
Música (Supervisión Musical): Martin Caraux
Con: Jorge
Perugorría, Isabel Santos, Néstor
Jiménez, Fernando Hechavarria, Pedro Julio Díaz Ferran, Carmen Solar, Rone Luis
Reinoso y Andrea Doimeadiós.
Género: Drama
País: Francia
y Bélgica
Idioma: Español
Año: 2014
Duración: 92
minutos