miércoles, 15 de febrero de 2017

Cuatro estaciones en La Habana, de Félix Viscarret




Cuatro estaciones en La Habana

Jesús Guerra

Voy a comentar y recomendar una serie de televisión, pero para ello primero les hablaré brevemente de la serie de libros en la que está basada. (Si quieren leer la reseña de cada una de las novelas, hagan clic sobre los títulos de las obras mencionadas más abajo, y los remitirá a mis comentarios en el blog Lecturas Tu Red.) La serie Mario Conde está compuesta, hasta la fecha, por ocho novelas. Las primeras cuatro fueron planeadas como una tetralogía, llamada «Las cuatro estaciones». Estas cuatro obras transcurren todas durante el año de 1989, y cada novela sucede en una estación diferente del año. Estas novelas son: Pasado perfecto (de 1991), que sucede los primeros días de enero de 1989, y por tanto en invierno, aunque un invierno tropical; Vientos de cuaresma (de 1993), que transcurre en la primavera; Máscaras (de 1997), en verano, y Paisaje de otoño (de 1998), que transcurre en la estación mencionada en el título. Al finalizar la cuarta novela, Mario Conde abandona su trabajo como policía de La Habana, sin embargo, como lo veremos en las novelas posteriores, aunque oficialmente se dedica a la compra-venta de libros usados, termina investigando varios casos más como detective privado.



Por diversos y felices motivos, las aventuras de Mario Conde desbordan la tetralogía original, y de 1998 a 2013, Leonardo Padura agregó otras cuatro novelas a la serie de su detective, aunque éstas se ubican ya después de 1989. La quinta novela, llamada Adiós, Hemingway, se desarrolla en 1997, es decir, ocho años después de las cuatro novelas iniciales. La sexta, La neblina del ayer, ocurre en el año 2003, catorce años después de las primeras cuatro, y seis años después de la quinta, y la séptima, La cola de la serpiente, que, aunque se desarrolla en 1989, es narrada-recordada en algún momento de principios del siglo XXI. La octava novela, Herejes, es la única de la serie que no he comentado aún. Las novelas pueden ser leídas en el orden en que las vayan consiguiendo, pues cada caso es autónomo, pero yo recomiendo leerlas en orden, para entender mejor la historia del detective, de su grupo de amigos, de las personas que le ayudan a resolver los casos y la muy importante historia sentimental de Mario Conde, además de la historia de Cuba de las últimas tres décadas y la evolución literaria de Leonardo Padura.


La serie de televisión me la encontré por casualidad en Netflix y fue una sorpresa espléndida. Se trata de una coproducción entre España y Cuba. Se llama, como ya apunté, Cuatro estaciones en La Habana, y está compuesta —por lo menos hasta el momento—, de la adaptación de las primeras cuatro novelas de la serie, es decir las que componen la tetralogía original. Hablamos, entonces, de cuatro capítulos de aproximadamente 90 minutos cada uno. Por algún motivo que desconozco —pero debió de haber una razón práctica para ello—, el orden de los dos primeros capítulos está invertido, es decir, el primer capítulo de la serie es la adaptación de la segunda novela, y el segundo capítulo de la serie de televisión es la adaptación de la primera novela. Además, el título de la segunda novela, Vientos de Cuaresma, pasa en la serie a «Vientos de La Habana», capítulo inicial que se estrenó en alguna parte como película.


Las novelas están muy bien adaptadas, y eso se debe, entre otras cosas, a que el guión de los cuatro capítulos es del propio Leonardo Padura y de su esposa, Lucía López Coll. La dirección de los capítulos es del cineasta español Félix Viscarret (nacido en Pamplona en 1975). El reparto es buenísimo. El personaje del detective Mario Conde lo interpreta Jorge Perugorría (el actor que se hizo muy conocido entre nosotros, hace ya más de 20 años, debido a su impresionante actuación en la película cubana Fresa y Chocolate, de 1993). Enrique Molina interpreta al Mayor Rangel, Carlos Enrique Almirante encarna al sargento Manuel Palacios, Manolo, el ayudante del Conde; y del entrañable grupo de amigos del Conde tenemos a Luis Alberto García, que interpreta a Carlos el Flaco, a Jorge Martínez, que interpreta a Andrés, y a Mario Guerra que interpreta a Candito el Rojo.


La música, bastante buena, es de Andrés Levin y Mikel Salas, la edición es de Antonio Frutos, el diseño de producción es de Carlos Urdanivia, y la fotografía es de Pedro J. Márquez. Llama la atención la fotografía, muy bien lograda, y además creo que ninguna película cubana que yo haya visto muestra La Habana de manera tan minuciosa como esta serie. Esto, por supuesto, está muy relacionado con las novelas, pues en las obras de Padura existe esta intención, La Habana no es sólo paisaje, es un personaje fundamental.


Aunque los guiones están muy bien adaptados, debido a las diferencias entre los dos medios, yo recomiendo también leer las novelas de Padura. Pueden leerlas antes o después de ver los capítulos de esta serie, pero sí es importante que las lean, sobre todo porque los libros contienen mucha información que forma parte de los recuerdos y de las nostalgias del Conde, este melancólico pero enamoradizo detective caribeño. Los recuerdos, las nostalgias y las reflexiones, salvo en ciertos momentos y breves, no se pueden incluir en las versiones fílmicas, por cuestiones de duración, de ritmo y de formato. Mi recomendación, por tanto, no es un formato sobre el otro, sino los dos: vean la serie de televisión, Cuatro Estaciones en La Habana, y lean las novelas de Leonardo Padura en las que están basados los capítulos. La serie está en Netflix, las novelas están publicadas por Tusquets Editores.



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