Adiós, Madrid
de Paco Ignacio Taibo II
Jesús
Guerra
Era
inevitable (afortunadamente). Héctor Belascoarán-Shayne, el detective tuerto y
cojo, hijo de vasco e irlandesa y más mexicano que el mole verde, cabalga (es
metáfora y lugar común, más bien viaja en avión) de nuevo.* Su trabajo lo lleva
ahora, otra vez, fuera de la Ciudad de México, población con la que tiene una
relación de amor/odio tendiente más hacia lo primero, sólo comparable a la que
Woody Allen tiene con Nueva York. Y Belascoarán fuera del DF no es del todo él
en cuanto a fuerza, pero es más él que nunca debido al poder evocador de la
nostalgia (recordemos, por ejemplo, Sueños
de frontera, en la que tampoco trabaja en la capital del país, sino que se
avienta un extenso recorrido por la frontera norte, con la que choca, a la que
intenta conocer y, finalmente, a la que inventa, como todo verdadero viajero).
Pero
en ésta, la novena novela de la saga de Belascoarán, el detective no sólo está
fuera de la capital sino de país mismo, y para colmo se encuentra en el país de
su padre, en donde éste se casó con su madre, pianista irlandesa, y de la que
guarda una serie de recuerdos prestados.
A
Héctor lo llama un amigo llamado Justo Vasco (nombre interesante por las
resonancias que puede tener en nosotros y/o en el propio detective con relación
a su propio padre, ¿verdad?) que es Subdirector Técnico del Museo Nacional de
Antropología y lo contrata para que vaya a Madrid a dar un recado. El mensaje
tiene que ser dado en persona (porque así es más impresionante, sobre todo si
el mensajero es un detective, es mexicano y es tuerto) a una mujer identificada
sólo como La Viuda Negra, una especie
de exprofesional, ya que Belascoarán la identifica como «examante, exjoven,
exalgo». Es una mujer que fue la amante de un expresidente, la cual se supone
salió del país envuelta en el escándalo y en mucho dinero. Se supone también
que entre las cosas que su examante le regaló se encontraba un objeto de arte
prehispánico, una cosa denominada «el Pectoral de Moctezuma», de oro, que la
susodicha, según fuentes bien informadas, intenta venderle a un comprador
privado español Entre las posibles secuelas del escándalo —ya que Justo Vasco
se encuentra a punto de hablar ante la prensa internacional— está el hecho de
que el pectoral de Moctezuma, exhibido en el Museo de Antropología, es falso.
Belascoarán
duda enormemente para decidir emprender el viaje. Le gusta la idea de ir a
Madrid (con los gastos pagados, además), pero no quiere, casi diría que no
puede, dejar el DF Para colmo, acaba de comenzar con unas clases de merengue
(de baile, claro está) que lo traen medio loco, ya que parecen tener un efecto
benéfico sobre su habitual melancolía.
Lo
que le permite decidirse por el viaje es el hecho de que Madrid está próxima
(más que el DF, claro) de Lisboa, ciudad en la que, parece ser, se encuentra «la
muchacha de la cola de caballo». Pero esa es sólo una de sus fantasías, al
igual que el resto de la lista que apunta en un papel porque ya comienza a
desconfiar de su memoria; al llegar a Madrid quiere: «Ir a visitar la sierra,
un lugar llamado San Rafael, donde pelearon las Brigadas Internacionales, y
allí, en particular, un viejo almacén de granos donde dio un concierto su
madre; comer tortilla de patata con almejas en una taberna llamada La Ancha y
pasar a la cuesta de Moyano a conseguir todas las novelas viejas de Phillip K.
Dick y Phillip José Farmer; ir a escuchar un concierto de Joaquín Sabina y otro
de Joan Manuel Serrat; ir a ver un partido del Real Madrid para gritar en
contra de los merengues ahora que habían corrido a Hugo Sánchez» (pp. 26 y 27).
Entre las cosas que descubre está el hecho de que «nada era como antes».
Adiós, Madrid es quizá
una de las menos policiacas de las
novelas policiacas de Belascoarán, y de las novelas policiacas, a secas. Lo
cual, por supuesto, no es un defecto (como tampoco lo sería el decir de una
obra, que está centrada casi exclusivamente en lo policiaco), es sólo una
característica. Hay poca violencia, y los únicos golpeados son unos tipos que
no tienen nada que ver con el caso investigado, son unos pobres punketos que tienen la mala fortuna de
asaltar a Belascoarán mientras éste, irritado, comprueba que Madrid es otra
cosa diferente a la que se imaginaba.
Es
una novela en la que no hay mucho que descubrir —en el papel de policía—, ya
que en teoría se le contrató únicamente para dar un recado de viva voz, aunque
luego las cosas se compliquen —cual deben— y termina ayudando a Justo Vasco,
aún sin entender del todo, hasta el final, por dónde va la cosa del dichoso
pectoral de Moctezuma.
Adiós, Madrid es una
novela en la que Belascoarán investiga más bien el lugar —ahora con un ambiente
completamente diferente— en el que se desarrolló la juventud de sus padres y en
el que investiga, por tanto, una parte de su propio pasado.
Como
es una costumbre, el humor es un elemento clave en la novela, al igual que los
personajes bonachones que se cruzan en el camino de Héctor, como el conserje
nocturno del hotel en el que se está hospedando el protagonista, o el director
del Museo América, de Madrid, llamado Silverio Cañada, amante del tequila. Y
del bueno, porque si Belascoarán es un erudito en cuestiones relativas a
cigarrillos fuertes, Silverio Cañada lo es en tequilas.
Cuando
Belascoarán se presenta por primera vez ante el señor Cañada, amigo de Justo
Vasco, el director del museo dice: «¿Tequila? Porque recibí un fax del Museo de
Antropología de México diciendo que el intercambio de información estaba
alcohólicamente condicionado.
«Héctor
sacó dos botellas de Cuervo compradas en el Corte Inglés, porque la mexicanidad
se había vuelto internacional…
«—Cuervo
Añejo. Na’, ni en broma. Si éste lo compra uno en el Corte Inglés. Si fuera un
Hornitos Reposado, un Siete Leguas, un Orendáin Blanco o un Viuda de Romero
Extra Añejo, entonces esto podría llamarse una conversación».
En
cuanto a lo que se supone es el eje central de esta novela sólo diré que al
final Belascoarán —y, por ende, el lector— termina por entender cómo estaba el
asunto.
Efectivamente,
como el propio Paco Ignacio Taibo II lo reconoce en la nota introductoria, la
novela es excesivamente corta y tal vez le hizo falta una segunda trama que
complicara las cosas. Paco Ignacio confiesa que incluso dudó en entregársela a
su editor pero que finalmente se dijo lo que siempre se dice, que «las novelas
tienen la longitud que quieren tener». Y dice también: «Que decidan los que la
van a leer si me equivoqué. En esas estaba (decidiendo), discutiendo con amigos
y lectores, percibí en ellos la misma extraña sensación que me andaba rondando:
que las historias de Belascoarán se estaban agotando, que quizá fuera hora de
darle unas nuevas vacaciones».
Yo
creo que las historias de Belascoarán no se están agotando, ya que tiene todos
los problemas del país —que son muchos— para que su detective se inmiscuya, y
además el tono de sus obras es la adecuada para tratar cuestiones tan
deprimentes como las broncas de México: tristón y amable, su detective fumador
y bebedor de refrescos, amante nostálgico de una mujer viajera, habitante
lúcido y soñador del monstruoso D.F., cojo y tuerto, cuarentón y aprendiz de
merengue, es, más que un pesimista, un optimista informado. No es un nihilista
porque es soñador —o lo era en su juventud— pero sí es un postmoderno
desencantado que no sabe dónde abandonar sus ilusiones. Belascoarán está mejor
que nunca, ahora que física y moralmente está tan malo, el pobre. Es Paco
Ignacio Taibo II quien ha ido simplificando, adelgazando el cuerpo de la obra,
sin que ello signifique que ha simplificado la estructura.
La
pregunta sería si Adiós, Madrid es
una novela corta o un cuento largo. Stephen King dice, por ejemplo, que son
cortas sus cuatro novelas editadas juntas bajo el título Cuatro después de la medianoche y sin embargo tienen,
respectivamente, 221, 133, 195 y 158 páginas, de letra pequeña y en páginas de
formato amplio. Adiós, Madrid, en ese
mismo formato, no pasaría de unas 50 páginas…
Pero
bueno, si sus novelas belascoaranianas se simplifican, se adelgazan o se
agotan, es tema para otro texto. De momento, alegrémonos de que existe el
noveno capítulo de la vida de uno de los personajes más entrañables de la
literatura mexicana: Héctor Belascoarán-Shayne.
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Serie Belascoarán Shayne:
- Días de combate (1976)
- Cosa fácil (1977)
- No habrá final feliz (1981)
- Algunas nubes (1985)
- Regreso a la misma ciudad y bajo la lluvia (1989)
- Amorosos fantasmas (1989)
- Sueños de frontera (1990)
- Desvanecidos difuntos (1991)
- Adiós, Madrid (1993)
Hay
diversas ediciones de las novelas. La editorial Planeta publicó en 2010 las
nueve novelas en un solo volumen llamado Todo
Belascoarán.
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* Esta reseña fue escrita (y publicada en un medio impreso de Coahuila) aproximadamente en 1993, en el año en que fue publicada la novela.
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Adiós
Madrid. Paco Ignacio Taibo II. Promexa. México, febrero de 1993. 138
págs. (Esta es la edición reseñada, la que se encuentra ahora es la de la
editorial Joaquín Mortiz/Planeta.)
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