lunes, 1 de agosto de 2016

Drácula, de Francis Ford Coppola




Drácula
(Bram Stoker’s Dracula, EEUU, 1992)
de Francis Ford Coppola

Jesús Guerra

Aun esta nueva versión del viejo mito del vampiro por antonomasia, good old Drácula, que se supone es la más cercana a la novela original, es sólo eso, cercana, ya que tiene un prólogo inexistente en la obra de Bran Stoker y un final, también, añadido. Sin embargo, es la más cercana en espíritu a la obra de 1897.




Y es que los vampiros del cine han sido, desde siempre, adaptaciones del mito a la época en que se filmaba la película, sin importar que ésta se desarrollase, teóricamente, en el pasado. Sólo así podemos entender al Drácula de Bela Lugosi, guapo y con el pelo envaselinado que nos ha legado una versión diferente, es decir, puramente cinematográfica, de este muerto-vivo, tornándolo en un galán. De esta variación particular ha provenido la mayor parte de las cintas de vampiros que se han filmado (a esta variación pertenece, también, nuestro muy mexicano vampiro: Germán Robles). Pocas películas habían seguido la descripción original de Stoker, misma que incluye dedos largos y medio deformes, nariz aguileña y pelo en las palmas de las manos.




En contraposición al vampiro made in Hollywood, los alemanes, pueblo mucho más sombrío, más tendiente a lo gótico (y la novela de Drácula fue una obra tardía del gótico, una imitación de lo gótico), más frío, más húmedo, más oscuro, más reflexivo también y heredero del expresionismo, etcétera, nos han dado películas espiritualmente mucho más cercanas a la novela de Stoker que todo lo que había producido el cine norteamericano —hasta antes de Coppola—, los dos Nosferatu (el de F.W. Murnau, de 1922, y el de Werner Herzog, de 1979), las cuales ya habían dicho todo lo que la cinta de Coppola nos dice ahora, otra vez:




a) que el vampiro es, físicamente, un ser bastante feo, aunque tenga capacidad de «maquillarse»;
b) que la persecución de Mina es un acto de amor y no sólo de deseo, y
c) que el vampiro es un ser condenado, triste, sombrío, que lleva al extremo la problemática del ser humano (sobre todo de las clases en el poder y de épocas decadentistas): la lucha entre el hastío espiritual/intelectual que tiende a la muerte (recordemos aquella frase del poeta portugués Fernando Pessoa: «Si el corazón pensara, se pararía») y el instinto de supervivencia que tiende a la vida por sobre todas las cosas. Civilización versus naturaleza. Cultura contra instintos.




En efecto, el vampiro de Francis Ford Coppola, interpretado brillantemente por Gary Oldman, es un ser verdaderamente vampírico, en su sentido literario, muy cercano al vampiro de las cintas Nosferatu y al único vampiro feo de la cinematografía norteamericana, el de la cinta La hora del vampiro (Salem’s Lot: The Movie, 1979), inspirada en la novela de Stephen King.




Pero no son sólo los vampiros de las cintas de Coppola y de Herzog los que se parecen. Es bastante obvio que Coppola imitó, homenajeó o se inspiró, como quiera verse, el film de Werner Herzog para algunas escenas. También la utilización expresionista de las sombras —que en el caso de Coppola es, además, paródica— y otros detalles simbólicos, los cuales son mezclados deliciosamente por parte del director de El Padrino (1972) y de Apocalipsis Ahora (1979), con maquillajes y trucos distintivos del cine comercial de terror de los Estados Unidos (los alemanes, en cambio, tienden más a lo simbólico).




Es interesante —igualmente— el que Coppola haya decidido llevar a cabo una película pensada desde el fin de siglo pasado. Él declaró recientemente que habría querido filmarla como lo hubiesen hecho los realizadores de 1897 (fecha de publicación de la novela y año en el que transcurre la acción de la cinta). Por eso, la mayor parte de los trucos de esta cinta son más bien antiguos, en un afán de recuperar, incluso la (hasta cierto punto) «inocencia» de esa época. El film de Coppola, de esta manera, es un homenaje no sólo a Bram Stoker, a W.F. Murnau y a Herzog, sino también a los hermanos Lumière, al primer cineasta fantástico, el francés Georges Méliès, y al nacimiento del cine. El homenaje al cine, como tal, es evidente en la secuencia (inexistente en la novela) en la que Mina y el Conde van al cinematógrafo, ese espectáculo popular de moda en Londres.


El mal, según esta cinta —y según el multimencionado Nosferatu—, no es una instancia que exista por sí misma, sino que es una reacción desesperada de una pasión extrema y frustrada. Drácula se había convertido en el señor de las tinieblas como una protesta ante la injusticia divina. El vampiro, visto así, es un ser desesperado en busca de amor. Y «el amor», nos dice la frase promocional, al igual que el vampiro, «nunca muere».

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* Las reseñas de la sección Cine de Hoy (2001-2010), y muchas de Cine de Ayer (1971-2000), salvo aclaración, fueron escritas en las fechas del estreno en México de esas obras, en salas de cine o en video, y son publicadas aquí (más o menos) como fueron publicadas en su momento en medios impresos de Coahuila.

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Actualización:
En mi opinión esta versión de Drácula, que más que «Drácula de Bram Stoker» es «Drácula de Francis Ford Coppola», es la última película importante que realizó, hasta ahora, este cineasta irregular pero genial. Y aunque a muchos críticos no les terminó de gustar esta cinta, a mí me parece una obra de una belleza extraordinaria. Antes de este film, Coppola dirigió: The Sky Calls (como Thomas Colchart, 1959), The Bellboy and the Playgirls (1962), Tonight for Sure (1962), The Terror (1963, sin crédito en pantalla), Dementia 13 (1963), You’re a Big Boy Now (1966), Finian’s Rainbow (1968), The Rain People (1969), The Godfather (1972), The Conversation (1974), The Godfather: part II (1974), The Godfather: A Novel for Television (miniserie de cuatro episodios, 1977), Apocalypse Now (1979), One from the Heart (1981), The Outsiders (1983), Rumble Fish (1983), The Cotton Club (1984), Peggy Sue Got Married (1986), Gardens of Stone (1987), Tucker: the Man and his Dream (1988), New York Stories (un segmento, 1989), The Godfather: part III (1990).

Después de Drácula, realizó: Making «Bram Stoker’s Dracula» (documental para televisión, 1992), Jack (1996), The Rainmaker (1997), Youth without Youth (2007), Tetro (2009) y Twixt (2011).



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Drácula (Bram Stoker’s Dracula)
Dirección: Francis Ford Coppola
Guión: James V. Hart, basado en la novela de Bram Stoker
Fotografía: Michael Ballhaus
Edición: Anne Goursaud, Glen Scantlebury, Nicholas C. Smith
Dirección de producción: Thomas Sanders
Vestuario: Eiko Ishioka
Música: Wojciech Kilar
Con: Gary Oldman, Winona Ryder, Anthony Hopkins, Keanu Reeves, Richard E. Grant, Cary Elwes, Billy Campbell, Sady Frost, Tom Waits, entre otros
Género: Fantasía, Horror, Romance
País: EE.UU.
Año: 1992
Duración: 128 minutos



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