Drácula
(Bram
Stoker’s Dracula, EEUU, 1992)
de Francis Ford Coppola
Jesús
Guerra
Aun
esta nueva versión del viejo mito del vampiro por antonomasia, good old Drácula, que se supone es la
más cercana a la novela original, es sólo eso, cercana, ya que tiene un prólogo inexistente en la obra de Bran
Stoker y un final, también, añadido. Sin embargo, es la más cercana en espíritu
a la obra de 1897.
Y
es que los vampiros del cine han sido, desde siempre, adaptaciones del mito a
la época en que se filmaba la película, sin importar que ésta se desarrollase,
teóricamente, en el pasado. Sólo así podemos entender al Drácula de Bela
Lugosi, guapo y con el pelo envaselinado que nos ha legado una versión
diferente, es decir, puramente cinematográfica, de este muerto-vivo, tornándolo
en un galán. De esta variación particular ha provenido la mayor parte de las
cintas de vampiros que se han filmado (a esta variación pertenece, también,
nuestro muy mexicano vampiro: Germán Robles). Pocas películas habían seguido la
descripción original de Stoker, misma que incluye dedos largos y medio
deformes, nariz aguileña y pelo en las palmas de las manos.
En
contraposición al vampiro made in
Hollywood, los alemanes, pueblo mucho más sombrío, más tendiente a lo
gótico (y la novela de Drácula fue una obra tardía del gótico, una imitación de
lo gótico), más frío, más húmedo, más oscuro, más reflexivo también y heredero del
expresionismo, etcétera, nos han dado películas espiritualmente mucho más
cercanas a la novela de Stoker que todo lo que había producido el cine
norteamericano —hasta antes de Coppola—, los dos Nosferatu (el de F.W. Murnau, de 1922, y el de Werner Herzog, de
1979), las cuales ya habían dicho todo lo que la cinta de Coppola nos dice
ahora, otra vez:
a) que el
vampiro es, físicamente, un ser bastante feo, aunque tenga capacidad de «maquillarse»;
b) que la
persecución de Mina es un acto de amor y no sólo de deseo, y
c) que el
vampiro es un ser condenado, triste, sombrío, que lleva al extremo la
problemática del ser humano (sobre todo de las clases en el poder y de épocas
decadentistas): la lucha entre el hastío espiritual/intelectual que tiende a la
muerte (recordemos aquella frase del poeta portugués Fernando Pessoa: «Si el
corazón pensara, se pararía») y el instinto de supervivencia que tiende a la
vida por sobre todas las cosas. Civilización versus naturaleza. Cultura contra
instintos.
En
efecto, el vampiro de Francis Ford Coppola, interpretado brillantemente por
Gary Oldman, es un ser verdaderamente vampírico, en su sentido literario, muy
cercano al vampiro de las cintas Nosferatu
y al único vampiro feo de la cinematografía norteamericana, el de la cinta La hora del vampiro (Salem’s Lot: The Movie,
1979), inspirada en la novela de Stephen King.
Pero
no son sólo los vampiros de las cintas de Coppola y de Herzog los que se
parecen. Es bastante obvio que Coppola imitó, homenajeó o se inspiró, como
quiera verse, el film de Werner Herzog para algunas escenas. También la
utilización expresionista de las sombras —que en el caso de Coppola es, además,
paródica— y otros detalles simbólicos, los cuales son mezclados deliciosamente
por parte del director de El Padrino (1972)
y de Apocalipsis Ahora (1979), con
maquillajes y trucos distintivos del cine comercial de terror de los Estados
Unidos (los alemanes, en cambio, tienden más a lo simbólico).
Es
interesante —igualmente— el que Coppola haya decidido llevar a cabo una
película pensada desde el fin de siglo pasado. Él declaró recientemente que
habría querido filmarla como lo hubiesen hecho los realizadores de 1897 (fecha
de publicación de la novela y año en el que transcurre la acción de la cinta).
Por eso, la mayor parte de los trucos de esta cinta son más bien antiguos, en
un afán de recuperar, incluso la (hasta cierto punto) «inocencia» de esa época.
El film de Coppola, de esta manera, es un homenaje no sólo a Bram Stoker, a
W.F. Murnau y a Herzog, sino también a los hermanos Lumière, al primer cineasta
fantástico, el francés Georges Méliès, y al nacimiento del cine. El homenaje al
cine, como tal, es evidente en la secuencia (inexistente en la novela) en la
que Mina y el Conde van al cinematógrafo, ese espectáculo popular de moda en
Londres.
El
mal, según esta cinta —y según el multimencionado Nosferatu—, no es una instancia que exista por sí misma, sino que
es una reacción desesperada de una pasión extrema y frustrada. Drácula se había
convertido en el señor de las tinieblas como una protesta ante la injusticia
divina. El vampiro, visto así, es un ser desesperado en busca de amor. Y «el amor», nos dice la frase promocional, al igual que el vampiro, «nunca muere».
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Las reseñas de la sección Cine de Hoy (2001-2010), y muchas de Cine
de Ayer (1971-2000), salvo aclaración, fueron escritas en las fechas del
estreno en México de esas obras, en salas de cine o en video, y son publicadas
aquí (más o menos) como fueron publicadas en su momento en medios impresos de
Coahuila.
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Actualización:
En
mi opinión esta versión de Drácula,
que más que «Drácula de Bram Stoker» es «Drácula de Francis Ford Coppola», es
la última película importante que realizó, hasta ahora, este cineasta irregular
pero genial. Y aunque a muchos críticos no les terminó de gustar esta cinta, a mí me parece una obra de una belleza extraordinaria. Antes de este film, Coppola dirigió: The
Sky Calls (como Thomas Colchart, 1959), The
Bellboy and the Playgirls (1962), Tonight
for Sure (1962), The Terror
(1963, sin crédito en pantalla), Dementia
13 (1963), You’re a Big Boy Now
(1966), Finian’s Rainbow (1968), The Rain People (1969), The Godfather (1972), The Conversation (1974), The Godfather: part II (1974), The Godfather: A Novel for Television
(miniserie de cuatro episodios, 1977), Apocalypse
Now (1979), One from the Heart
(1981), The Outsiders (1983), Rumble Fish (1983), The Cotton Club (1984), Peggy
Sue Got Married (1986), Gardens of
Stone (1987), Tucker: the Man and his
Dream (1988), New York Stories (un
segmento, 1989), The Godfather: part III
(1990).
Después
de Drácula, realizó: Making «Bram Stoker’s Dracula»
(documental para televisión, 1992), Jack
(1996), The Rainmaker (1997), Youth without Youth (2007), Tetro (2009) y Twixt (2011).
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Drácula
(Bram Stoker’s Dracula)
Dirección: Francis
Ford Coppola
Guión: James
V. Hart, basado en la novela de Bram Stoker
Fotografía: Michael
Ballhaus
Edición: Anne
Goursaud, Glen Scantlebury, Nicholas C. Smith
Dirección de producción: Thomas
Sanders
Vestuario: Eiko
Ishioka
Música: Wojciech
Kilar
Con: Gary
Oldman, Winona Ryder, Anthony Hopkins, Keanu Reeves, Richard E. Grant, Cary
Elwes, Billy Campbell, Sady Frost, Tom Waits, entre otros
Género:
Fantasía, Horror, Romance
País: EE.UU.
Año: 1992
Duración: 128
minutos
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