La
tabla de Flandes
de Arturo Pérez-Reverte
Jesús
Guerra
La Tabla de Flandes
narra la historia de un misterio contenido en una pintura flamenca fechada en
1471 —realizada por Pieter van Huys—, y descubierto, reflexionado y resuelto
cinco siglos más tarde, en Madrid, por una restauradora de obras de arte
llamada Julia y sus dos compañeros de aventura: un viejo amigo, anticuario y
muy culto, de nombre César, y un ajedrecista de primera línea, apellidado
Muñoz, para quien ganar era lo menos importante en una partida.
Cuando
la «Tabla de Flandes», como era conocida en el mercado del arte la pintura
oficialmente denominada La partida de ajedrez,
va a ser rematada por una importante galería española, le es asignada a Julia
para su restauración. Julia descubre, luego de un análisis con rayos X, que la
obra tiene una inscripción oculta en la parte inferior del cuadro. La
inscripción reza «Quis Necavit Equitem». Julia sabe algo de latín y traduce: «¿Quién
mató al caballero?»
La
obra representa a dos hombres de la nobleza medieval frente a frente, enfrascados
en una partida de ajedrez, y al fondo, una dama que lee un libro, sentada junto
a unas ventanas por donde entra la luz del día, y un paisaje campestre.
Julia
decide pedir información histórica a un historiador de arte, Álvaro, quien fue
pareja de Julia en el pasado y con quien mantiene buenas relaciones amistosas. Álvaro
comienza a investigar la personalidad de los caballeros a partir de unos
nombres que se encuentran en el mismo cuadro, y termina por descubrir que uno
de los caballeros es Roger de Arras, el otro es Fernando Altenhofen, duque de
Ostenburgo, y la dama es Beatriz de Borgoña. Álvaro promete enviarle a Julia la
mayor cantidad de información que le sea posible en unos cuantos días. En
efecto, a Julia le llega por correo un sobre con gran cantidad de datos
biográficos sobre los personajes pintados y sobre el pintor, Van Huys. Pero luego
la policía le avisa a Julia que Álvaro fue encontrado muerto en la bañera de su
casa, y su muerte pudo ser accidental. Pero pudo no serlo. La cuestión se
complica cuando descubren que Álvaro murió antes de que el sobre con
información fuese puesto en el correo.
Está,
además, el misterio del cuadro. Llegan a deducir, por la información que logran
reunir, que la frase fue cubierta por el mismo pintor (¿miedo a que su cuadro
fuese demasiado obvio?) y que el caballero Roger de Arras estaba muerto para la
fecha en que el cuadro fue pintado. Roger era amigo de Fernando y, se tenía
casi la certeza histórica, había sido amante de Beatriz, la dama del cuadro,
quien era, a su vez, la esposa de Fernando, el otro caballero de la partida de
ajedrez.
Roger
de Arras había sido asesinado por una flecha, y la suposición más sencilla era
que el asesino había recibido la orden del Duque Fernando de Ostenburgo. Julia
y César deciden descifrar el misterio que pudiese estar oculto en la partida de
ajedrez misma, es decir, en la posición de las piezas del juego representado, y
recurren a un oscuro maestro de este juego, de este arte, de esta reducción simbólica
de la guerra: el ajedrez. Y el elegido, recomendado por el dueño de un
prestigiado club de ajedrecistas de Madrid, es el señor Muñoz.
Muñoz
decide que la frase «¿Quién mató al caballero?» puede significar también: «¿Quién
mató al caballo?», y la única manera de saber qué pieza negra (las de Fernando)
mató o se comió al caballo blanco (de Roger) es desarrollando la partida hacia
atrás.
Muñoz
tiene mucho trabajo. No sólo tiene que desarrollar la partida hacia atrás para
descubrir a la pieza asesina, sino que tiene que desarrollarla hacia adelante,
es decir, jugarla, contra un peligroso contrincante: un asesino real, quien ha
establecido un paralelismo entre las piezas de ajedrez que aún están en el
tablero y los personajes reales que tienen algo que ver con el cuadro. Así,
cuando una víctima es encontrada asesinada, junto al cadáver se encuentra una
tarjeta indicando la jugada que el asesino ha decidido realizar. Y he aquí una
de las fallas de la novela: no se nos dice cómo comunican Muñoz, Julia y César
las jugadas con que Muñoz contraataca o se defiende, tratando en realidad de
defenderlos a todos. Hasta llegar a un final sorpresivo, cual corresponde a una
buena novela policíaca.
La
extensa novela (416 páginas) cumple muy bien con su cometido y lo hace apegada
a algunas de las reglas de las novelas de misterio y de crímenes. Complica
interesantemente las cosas al plantearse un misterio de cinco siglos de
antigüedad que se combina con un misterio presente y con una partida de ajedrez
que ha permanecido estática más de 500 años, pero que plantea muchas
posibilidades… no sólo ajedrecísticas.
A
pesar de la gran calidad de la novela (que en términos generales me gusta mucho),
algunos detalles de la prosa de su autor nos indican que aún no es un autor
maduro*, aunque La Tabla de Flandes
es ya su tercera novela (las anteriores son: El húsar, de 1986, y El
maestro de esgrima, de 1988). Falta de madurez entrecomillada, por
supuesto, y más teniendo en cuenta que Pérez-Reverte es periodista de prensa,
radio y televisión. Y, sin embargo, algo por ahí nos salta de vez en cuando
entre las líneas que componen su texto. Algunos clichés, algunas obviedades.
Edición rusa |
En
otros momentos, lo que salta es el hecho de que algunas explicaciones
ajedrecísticas de Muñoz son bastante obvias —lo que se justifica porque la
novela está escrita para todo público y no sólo para quienes saben jugar este
juego—, y sin embargo Julia exclama frases que indican que ella piensa que
Muñoz es genial. Frases que, a mi manera de ver, no sólo indican la inocencia
de Julia sino, tal vez, un deseo del autor de infundir ánimos en el lector.
Los
personajes están bien definidos —en ocasiones incluso llega a notarse que
Pérez-Reverte sigue las reglas sobre «cómo escribir una novela», y por momentos
se muestran las costuras que tendrían que permanecer invisible. En cambio, el
autor revela una gran capacidad en el manejo de diálogos, algunos de los cuales
son de una gran naturalidad. En fin, la obra es suficientemente interesante
como para agradar a todo lector de novelas y no sólo a los incondicionales del
policiaco.
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Póster de la película, en español |
Actualización:
Arturo
Pérez-Reverte (nacido en 1951) publicó antes de La tabla de Flandes (1990), El
húsar (1986) y El maestro de esgrima
(1988). De 1990 a la fecha ha escrito y publicado una gran cantidad de novelas,
libros de relatos, artículos (recopilados en varios volúmenes), además de las
obras de la serie Las aventuras del
capitán Alatriste, compuesta por lo menos por siete novelas. La información
de sus libros se puede encontrar en su sitio de Internet: http://www.perezreverte.com/bibliografia/ .
El
autor ha ganado numerosos premios y reconocimientos por sus obras. La tabla de Flandes, en particular, lo
hizo merecedor de la elección de la revista Lire,
de Francia, como uno de los diez mejores novelistas extranjeros de 1993; ganó
el Premio de la Academia Sueca de Novela Policiaca a la mejor traducción
extranjera por esta obra en 1994; y la revista The New York Times Book Review seleccionó La tabla de Flandes como una de las cinco mejores novelas
extranjeras publicadas en los Estados Unidos en 1994
Edición rumana |
Se
han hecho algunas adaptaciones cinematográficas y televisivas de diversas obras
de Pérez-Reverte. La adaptación de La
tabla de Flandes, bajo el título Uncovered, es de 1994, con dirección de
Jim McBride, guión de Michael Hirst, Jim McBride y Jack Baran, y las
actuaciones de Kate Beckinsale y John Wood, entre otros. La producción fue de
Gran Bretaña, España y Francia. Lamentablemente no la vi, aunque según parece
es mala.
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Esta reseña fue escrita (y publicada —más o menos como aparece aquí—en un medio
impreso de Coahuila) alrededor de 1991.
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La
Tabla de Flandes. Arturo Pérez-Reverte. Alfaguara, 1990. 416 págs.
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Póster de la película, con el título original |
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