jueves, 9 de enero de 2014

La casa de las bellas durmientes, de Yasunari Kawabata




La casa de las bellas durmientes
de Yasunari Kawabata

Jesús Guerra

Una de las obras más conocidas en español del Premio Nobel de Literatura de 1968, el japonés Yasunari Kawabata (1899-1972), es su novela corta La casa de las bellas durmientes, publicada en Japón en 1961, y en español en 1978, seis años después de fallecido el autor, con traducción de Pilar Giralt. La novela explora un tema incómodo para la sociedad: la sexualidad de los ancianos (tema, extendido también al amor, que ha explorado en nuestro ámbito Gabriel García Márquez —asimismo Premio Nobel de Literatura—, con El amor en los tiempos del cólera [1985] y con Memoria de mis putas tristes [2004], esta última inspirada y homenaje a La casa de las bellas durmientes, de Kawabata).


Al anciano Eguchi, de 67 años, un amigo de mayor edad —el viejo Kiga— le habla de un lugar que frecuenta, un negocio secreto y especial, al que van los ancianos a dormir con muchachitas. Literalmente a dormir. A pasar la noche acostados junto a mujeres jóvenes desnudas y narcotizadas. La mujer que atiende el lugar se lo dice a Eguchi en su primera visita, y éstas son las primeras líneas de la novela (mismas que García Márquez utiliza como epígrafe de Memoria de mis putas tristes): «No debía hacer nada de mal gusto, advirtió al anciano Eguchi la mujer de la posada. No debía poner el dedo en la boca de la muchacha dormida ni intentar nada parecido». Suena del todo inocente y del todo perverso, simultáneamente.

La mujer de la posada está convencida, o quizá sólo lo aparenta, que su clientela es muy selecta y de buen gusto. Al parecer sus clientes, o la mayoría, puesto que no es el caso de Eguchi, han perdido su capacidad sexual, pero no su deseo, y les basta con dormir con jovencitas desnudas. Esto de alguna manera los rejuvenece, los pone de buen humor, y los ayuda a tener sueños placenteros. Y para ayudarlos a dormir, si es que lo necesitan, la posadera deja dos somníferos del lado de la cama de los clientes.


Eguchi es el primer sorprendido de encontrarse en ese lugar cuando va por primera vez. Se deja llevar por su curiosidad. Aunque se siente viejo, sabe que él no está en las mismas condiciones de lo que supone debe de ser el común de los clientes de esa posada secreta. Él, utilizando sus propios términos, «no ha dejado de ser hombre», aunque siente que ese momento está próximo.

¿Que hace Eguchi una vez que se encuentra en la recámara, en donde ya está en la cama una joven dormida? Hace varias cosas pero, sobre todo, piensa y recuerda. Él mismo no sabe muy bien por qué, pero la proximidad de la joven desnuda y dormida, a su lado en la cama, lo lleva a recordar a varias mujeres de su pasado. Quizá esto es parte del rejuvenecimiento. Recuerda mujeres de las que no se ha acordado en cuarenta años. Y también se pregunta, al igual que los lectores, ¿qué hacen los otros ancianos cuando se encuentran en la misma situación en la que se encuentra Eguchi?

La mujer de la posada le pide en su primera visita que no intente despertar a la chica. Por supuesto, Eguchi lo intenta, pero la joven no despierta. Y lo intenta porque siente repentinamente el deseo de escuchar la voz de la mujer. En realidad, lo que quiere es que la joven se dé cuenta de su propia presencia. Pero eso tendría diversos inconvenientes. Lo entiende Eguchi y lo sabe muy bien la mujer que atiende el negocio, la casa secreta.
 
Edición francesa
Al anciano Eguchi le repele y le gusta esa extraña situación en la que se encuentra cuando va al establecimiento. Siente que es un último recurso para viejos que han perdido toda su capacidad amatoria, condición en la que él aún no se halla en ese momento —quizá se engaña—. Sin embargo lo desconciertan y le dan mucho placer algunas de las consecuencias de sus visitas, como la recuperación de momentos olvidados, producidos por el tacto y la vista, pero sobre todo por el olfato. En unas ocasiones Eguchi quisiera dormir con ese sueño cercano a la muerte de las jóvenes de la casa secreta y hasta le pide a la mujer de la posada que le dé a él también el mismo potente somnífero que a las muchachas (por supuesto la mujer le dice que no, que eso es peligroso para los ancianos), y en otras quisiera permanecer despierto toda la noche…

Edición en inglés
La novela está escrita con una gran sutileza y elegancia. Pasa de los momentos del presente, en donde se nos describen algunos de los detalles de las noches de Eguchi en la casa de las bellas durmientes, al pasado, en especial a las mujeres de su pasado. Es un texto muy bello y contenido —aunque Eguchi por momentos piense cosas como «Si la estrangulara, ¿qué clase de fragancia despediría?»— que muestra también lo terrible de la decadencia física. El viejo amigo de Eguchi «Dijo que acudía allí cuando la desesperación de la vejez le resultaba insoportable».  Y el propio Eguchi, estando con una de las jóvenes «Sintió una oleada de soledad teñida de tristeza. Más que tristeza o soledad, lo que le atenazaba era la desolación de la vejez». Por una parte este relato es erótico y hasta pícaro y tierno, por otra es muy triste, pero no hay tremendismo. Las cosas son como son. Lo interesante, entonces es la yuxtaposición de estos dos elementos, la conciencia y la desesperación de la vejez y el erotismo. Vargas Llosa, en el ensayo que le dedicó a esta novela en su libro La verdad de las mentiras, apunta: «La casa de las bellas durmientes no es una obra de estirpe puritana, uno de esos "exiemplos" medievales llenos de feroces acoplamientos para mostrar el horror del pecado. Nada de eso: es un relato en el que el erotismo —es decir, el amor físico enriquecido por la fantasía y el arte de la ceremonia— desempeña un papel capital.»
 
Otra edición en inglés

El texto termina de manera abrupta, al igual que las otras pocas narraciones que he leído de Kawabata. He leído que era una costumbre suya con el objetivo de eliminar cualquier interpretación de una posición moral.  Es decir, el autor simplemente contaba una historia. Sin moraleja... las cosas son como son.

El libro en español contiene otros dos relatos cortos: Un brazo y Sobre pájaros y animales, que a mí la verdad no terminan de gustarme, y menos comparados con la novela que da título al libro.

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La casa de las bellas durmientes. Yasunari Kawabata. Traducción de Pilar Giralt. Ediciones Orbis (con la traducción cedida por Luis de Caralt Editor). 156 págs. Hay una edición de Emecé, en la colección Lingua Franca, la cual, creo, tiene la misma traducción.

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