sábado, 16 de mayo de 2015

Mad Max: Furia en el camino, de George Miller





Mad Max: Furia en el camino
(Mad Max: Fury Road, Australia, Estados Unidos, 2015)
de George Miller

Jesús Guerra

En 1979 y 1981 las dos primeras películas de Mad Max fueron, de alguna manera, aterradoras. Fueron éxitos de taquilla y, sobre todo, ejercieron una enorme influencia en el cine y en la cultura pop del planeta. Mostraron una visión enloquecida del futuro que nos provocó miedo y, por lo tanto, nos fascinó. Desde el punto de vista cinematográfico fueron innovadoras, muy entretenidas, estéticamente arriesgadas y delirantes en contenido. Eran, además, el paso lógico siguiente, y extremo, a Naranja mecánica (A Clockwork Orange, Stanley Kubrick, 1971) y a otras cintas de bandas urbanas, como The Warriors (Walter Hill, 1979). En 1985, la tercera cinta de la serie, Mad Max Beyond Thunderdome, mostraba la decadencia de la saga. Los espectadores ya nos habíamos acostumbrado. Ya sabíamos qué esperar.




Treinta años después de la tercera cinta, George Miller, el mismo realizador de las tres anteriores y creador de los personajes, nos trae de regreso ese universo enloquecido de la humanidad postapocalíptica, y logra de nuevo lo que hizo en 1979 y 1981: asustarnos y fascinarnos.

Pero Mad Max: Furia en el camino, aunque de hecho es Mad Max 4, debido al tiempo que ha pasado entre las primeras tres obras y ésta, debido a los cambios de estilo, a los avances técnicos de la cinematografía, a los cambios en los espectadores mismos, es una obra que en realidad está fuera de la secuencia temporal de las primeras tres: no es una continuación de la tercera, ni es tampoco un remake de la primera, es más bien un replanteamiento de la serie y del personaje mismo.




Curiosamente, aunque técnicamente es la más compleja de las cuatro, desde la perspectiva argumental es la más sencilla de todas: es una larga persecución en todo tipo de automóviles a través del desierto por parte de los villanos a los buenos para recobrar unas mujeres. Básicamente es eso. Por supuesto el asunto central es un tanto más complicado. Gracias a una excelente narración visual, George Miller nos permite entender la cinta con un mínimo de diálogos.

Mad Max (Tom Hardy reemplazando por primera vez a Mel Gibson en este papel de Max Rockatansky), un expolicía australiano, quien no pudo proteger a su hija de la muerte y es acosado por este recuerdo y esta culpabilidad, es perseguido por una de las bandas más poderosas de la región. Es atrapado y llevado a la Ciudadela, en donde gobierna con mano dura y dándoselas de dios Immortan Joe (Hugh Keays-Byrne, quien también apareció en la primera película de Mad Max). Max es golpeado y tatuado. Se le clasifica como donador universal de sangre (eso lo convierte en una bolsa de sangre) y se le encierra en una jaula.




Immortan Joe (que seguramente quiere decir 'Joe el Inmortal' pero con el adjetivo mal escrito y mal pronunciado, pues en este mundo todo está en ruinas, incluido el lenguaje y los seres humanos) se asume como un dios y le promete a su gente sacarla de las cenizas y llevarla con él a las puertas de Valhalla. Para controlar a la muchedumbre, controla todo lo demás, comenzando por el agua. Cuando quiere, abre unas compuertas que dejan caer el agua, como cascadas, sobre la gente, la cual logra recoger unas cuantas gotas en vasijas inmundas, y les advierte que no se vuelvan adictos al agua pues la van a necesitar cuando escasee. Dentro de lo que sería el cuartel de Immortan Joe (en lo alto de una montaña cavernosa), están sus guerreros (jóvenes rapados y pintados de blanco, completamente fanatizados), sus esclavos, sus mujeres (las procreadoras), sus huertos colgantes, su establo de mujeres embarazadas a las que algunos de sus hombres extraen leche que puede servir de alimento a cualquiera (leche de las madres) —esto es, a cualquiera a la que Immortan Joe quiera proporcionárselo—, su armamento y sus automóviles.




Mientras Max permanece en una jaula colgante, se prepara una expedición que se supone rutinaria: salir a robar gasolina (al pueblo de gasolina) y municiones (al pueblo de municiones). La misión está a cargo de una operadora de confianza, Imperator Furiosa (Charlize Theron), una mujer de cabello cortísimo, aceite negro sobre la frente, y una mano izquierda mecánica. Furiosa maneja el enorme tráiler que debería regresar lleno de gasolina, y es acompañada por una escolta de varios autos y algunos guerreros. Sin embargo, cuando apenas han recorrido una parte del trayecto, Furiosa se sale del camino y toma el desierto hacia el este. Sus hombres creen que ella tiene sus órdenes secretas. Pero uno de los hombres de Immortan Joe, un enano deforme que está siempre en una especie de hamaca, se da cuenta, mirando por un telescopio, que Furiosa se ha salido de la ruta. Immortan Joe va a revisar unas de sus más valiosas posesiones, las jóvenes procreadoras que mantiene encerradas, pues necesita un heredero sano, y se percata de que no están. Nos damos cuenta, entonces, que las cinco guapas jóvenes van escondidas en el tráiler de Furiosa, y comprendemos su misión secreta. Immortan Joe da la orden de perseguir a Furiosa con todo su pequeño pero aterrador ejército.




Así, toda la película, con excepción de tres muy breves momentos de tranquilidad, es una larga persecución, con escenas de batallas, siempre en movimiento. Pero ¡qué persecución!, ¡qué batallas! y ¡qué movimiento!

¿Y dónde quedó Max? Bueno, es que en realidad la película apenas comienza. Uno de los guerreros que se sube a uno de los autos que son como pequeños tanques de guerra, es Nux (un espléndido Nicholas Hoult), uno de los fanáticos enloquecidos que cree que si muere en batalla se irá al cielo, pero Nux es de los medio vivos que requiere transfusiones de sangre y lo tenían conectado a la bolsa-de-sangre llamada Max antes de decidir subirse al auto para perseguir a Furiosa. Y así como nosotros diríamos “llévate el suero al baño” a un amigo en un hospital, Nux decide amarrar a Max al frente de su auto para que la transfusión siga mientras él realiza su trabajo. De aquí que, en algún momento, Max y Furiosa terminan juntos en el tráiler que lleva a las mujeres del dictador a su liberación.




La coreografía de los ataques, en autos, en motos, en tráiler, en grúas, con hombres moviéndose como moscas sobre los carros en movimiento, y saltando de unos a otros, es asombrosa. Uno no puede dejar de pensar, en algunas secuencias particularmente complejas, tanto en los acróbatas como en la particular estética del Cirque du Soleil. Pero en este caso se trataría de los artistas del Cirque du Soleil haciendo sus acrobacias entre dos tráilers que corren paralelos a 150 kilómetros por hora en el desierto. ¡Wow! Agreguemos que esta banda de primitivos psicóticos lleva su propia música en vivo para darse ánimos y para aterrorizar al enemigo: un camión con cuatro enormes tambores y sus cuatro intérpretes, más una verdadera pared de bocinas y un músico demente con su guitarra eléctrica, que además es lanzallamas... espeluznante, absurdo y magnífico.




Se supone que el personaje central es Mad Max, pero la verdad es que ha sido Imperator Furiosa quien ha conquistado el corazón cinéfilo de los críticos de cine en todas partes. Y ya se menciona que estos dos personajes estarán juntos de nuevo en la siguiente cinta de esta nueva serie. Pero no sólo ella, también han llamado mucho la atención los demás personajes femeninos de esta obra, las procreadoras y la banda de mujeres del este. En efecto, son particularmente interesantes los apuntes feministas antimachistas, antifanáticos y religiosos (y sobre la manipulación religiosa) de esta cinta, que pudo haberse conformado con la pura acción y, para nuestra fortuna, no lo hizo.

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Mad Max: Furia en el camino (Mad Max: Fury Road). Dirección: George Miller. Guión: George Miller, Brendan McCarthy y Nick Lathouris. Fotografía: John Seale. Música: Junkie XL. Diseño de producción: Colin Gibson. Edición: Jason Ballantine y Margaret Sixel. Vestuario: Jenny Beavan. Con: Tom Hardy, Charlize Theron, Nicholas Hoult, Hugh Keays-Byrne, Zoë Kravitz, Rosie Huntington-Whiteley, Riley Keough, Abbey Lee y Courtney Eaton, entre muchos otros. Países: Australia y Estados Unidos. 120 minutos. 



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