Todos los muertos tienen la misma
piel
de Boris Vian
Jesús Guerra
Quienes no hayan leído a Boris Vian no saben lo que se han
perdido: es toda una experiencia. Este año es muy bueno para empezar a leerlo,
o para leer los libros suyos que tenemos pendientes, o para releer nuestros
favoritos pues en 2020 se celebra el centenario de su nacimiento. En Francia, y
también en otros países de lengua francesa, como Bélgica y Suiza, se ha
preparado una enorme cantidad de eventos para esta celebración: exposiciones,
conferencias, publicación de libros, presentaciones de teatro, conciertos de
jazz, exposiciones, etcétera. Supongo que con la crisis del coronavirus los
eventos de marzo y abril habrán sido pospuestos para fechas posteriores. Revisé
el catálogo de eventos de febrero y marzo y la cantidad (y supongo que también
la calidad) es extraordinaria.
Como bien saben los lectores de Boris Vian (nacido el 10 de marzo de 1920, en París, y fallecido en
la misma ciudad el 23 de junio de 1959, a los 39 años), este artista fue
polifacético: escribió novelas, poemas, obras de teatro, guiones de cine y
letras de canciones, tradujo novelas policiacas, y también fue trompetista y
cantante de jazz, periodista y crítico musical, compuso óperas y dirigió
compañías disqueras.
Ya
comentaré más de este artista genial en entradas próximas, pero por el momento
quiero recomendarles una de sus novelas de la serie de Vernon Sullivan. Antes
explico este asunto pues Vernon Sullivan no es un personaje sino el supuesto
autor del libro, es decir un heterónimo de Boris Vian.
En
1946, Vian escribió, según se dice, en 15 días, una novela policiaca, ubicada
en los Estados Unidos, cuyo tema central es el racismo. La novela se llama Escupiré
sobre vuestra tumba (en francés J'irai cracher sur vos tombes). La
novela es violenta, salvaje y escabrosa, por decir lo menos. Claro que para
nuestros días una obra así es equivalente, más o menos, a una película de
Quentin Tarantino, pero hace casi 75 años fue un escándalo, que es lo que Vian
quería, y para evitarse problemas, la publicó con el nombre de Vernon Sullivan
como autor y el suyo apareció como el traductor, pues según esto Sullivan era
un escritor norteamericano, negro, que no había podido publicar la novela en su
país debido al tema. Por el escándalo la novela se convirtió en un bestseller
en Francia al año siguiente.
Con
el mismo truco, Vian escribió y publicó en 1947 Todos los muertos tienen la
misma piel (Les morts ont tous la même peau), y en 1948 otras dos
novelas firmadas como Vernon Sullivan: Que se mueran los feos (Et on
tuera tous les affreux) y Con las mujeres no hay manera (Elles se
rendent pas compte). Pero ese año las autoridades francesas prohibieron la
venta de la primera novela, y luego también de la segunda, y no quedaron
conformes: llevaron a juicio al editor y al traductor por «ultraje a las buenas
costumbres». Ahí ya no hubo manera de seguir con la impostura y Boris Vian tuvo
que reconocer que él era el verdadero autor de las obras y que Vernon Sulivan
no existía. Tanto él como el editor tuvieron que pagar una multa. Y, además,
los críticos literarios se ofendieron por el engaño. (Se dice que el nombre de
Vernon Sullivan lo formó a partir de los apellidos de dos jazzistas: del
baterista Paul Vernon y del pianista Joseph Michael Sullivan, de nombre
artístico Joe Sullivan.)
Edición francesa en Le Livre de Poche |
Leídas
a casi 75 años de distancia, las dos primeras novelas nos siguen sorprendiendo,
aunque, sabiendo lo que sabemos, y teniendo en cuenta que se han convertido en
algo similar a novelas de culto, adquieren un aire paródico. En cambio, las
otras dos, sobre todo la cuarta, Con las mujeres no hay manera, eran ya
plenamente paródicas desde el principio. (Esta última hubiera podido ser
adaptada al cine por el Almodóvar de los años 80, antes de que se volviera
pretensioso y melodramático.)
En
Todos los muertos tienen la misma piel, la segunda novela de Vernon
Sullivan, el primer narrador es el protagonista (porque hay un segundo narrador,
el tradicional, omnisciente). Dan es un hombre a todas luces blanco, que
trabaja en un bar de Nueva York sacando borrachos problemáticos, el cual está
casado con Sheila, obviamente blanca, y tienen un hijo (sí, blanco). Dan está
conforme con su trabajo y con su vida matrimonial. Pero un día lo va a buscar a
su casa un negro (un afroamericano dicta la corrección política) llamado
Richard, que es su hermano, o su medio hermano, al que tenía años de no ver.
Pero Richard es un pillo y Dan sabe que le traerá problemas. Además, le
recuerda el hecho, que es un trauma para Dan, de que realmente es mulato.
Cuando
días después llega un hombre al bar y le dice a Dan que va de parte de Richard,
su hermano, y le pide dinero en su nombre, Dan sabe que Richard no lo va a
dejar en paz, que le puede destruir su vida de blanco, y decide que tendrá que
matar a su hermano. A partir de ahí, las cosas se le van complicando a Dan y
éste va dejando un rastro de cadáveres.
Ya
lo sabemos, el mejor homenaje a un autor es leer su obra, así que en el
centenario del nacimiento de Boris Vian, mi recomendación es que lean este
libro o cualquiera que consigan de este particularísimo autor.
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Todos los muertos tienen la misma piel. Boris Vian. Edhasa. 169 págs.
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