La nada cotidiana
de Zoé Valdés
Jesús Guerra
La narradora y protagonista de la novela cubana La nada
cotidiana tiene dos nombres. El que le pusieron sus padres y el que
eligió ella misma. El primero es Patria, porque nació casi el 1 de mayo de
1959, recién estrenada la Revolución. Su madre se encontraba en un mítin
multitudinario escuchando al Comandante cuando sintió los dolores de parto, la
sacaron cargada entre varios hombres y el mismísimo Che «le puso la bandera
cubana en la barriga». Con la emoción del nacimiento de la hija y de la
Revolución, sus padres le pusieron Patria, que en esos momentos esperanzadores
parecía tener sentido.
Para cuando Patria es ya una joven, debido a la exigencia de un
hombre, quien luego sería su marido y al que sólo menciona como «el Traidor»,
ella se cambia el nombre y se pone Yocandra. En el texto no hay explicaciones
para este nombre que podría no querer decir nada y que es tan extraño como
muchos de los nombres que utilizan los cubanos hoy en día, sin embargo es posible
que este nombre sea la mezcla de Yocasta y Casandra, dos personajes femeninos
de la mitología griega.
Hay otros dos hombres importantes en la vida de Yocandra, además de su
padre y «el Traidor»: «el Nihilista» y «el Lince», y una mujer particularmente
importante, además de su madre, nombrada como «la Gusana», su mejor amiga.
Estructuralmente la novela no es, digámoslo así, una narración
tradicional, pero la experimentación narrativa queda ingeniosamente oculta, en
su mayor parte, por una prosa bastante directa, en general, aunque por momentos
se torna compleja, que permiten realizar una lectura sin complicaciones, salvo
quizá las lingüísticas, pues el texto contiene muchas palabras del habla
cubana.
Yocandra y Zoé Valdés nacieron el mismo año, así que ambas tienen la
edad de la revolución cuabana. Esto no quiere decir que la novela sea del todo
autobiográfica en cuanto a las anécdotas narradas, pero sí lo es en cuanto a la
visión de Cuba y de La Habana, a los recuerdos generacionales, a las vivencias
del cubano común, al día a día de la población. La nada cotidiana fue publicada
primero en Francia, en 1995; por este dato y por algunas referencias culturales
que ofrece la obra inferimos que los hechos fundamentales de la cotidianeidad
de la joven Yocandra suceden entre fines de los años 80 y principios de los 90.
Para esos momentos, y ya desde mucho antes, la desesperanza de los cubanos
estaba muy generalizada, y más si tenemos en cuenta el agravamiento de los
problemas económicos de la isla a partir de la disolución de la Unión
Soviética. Los problemas para conseguir lo fundamental en Cuba, comenzando por
comida y medicamentos, que se extiende a todo lo demás, a la vida diaria, a la
desgana laboral, al absurdo de la burocracia, a los apagones constantes, a la
visión de la realidad, al estado de ánimo, son expuestos con una feroz ironía
por la autora a través de su narradora, Yocandra.
Los recuerdos, la nostalgia, los deseos, los sueños, los placeres, el
dolor, los amores, la música, la literatura, la desesperanza, la frustración,
la traición, la decepción y mucho más está ahí, en La nada cotidiana, en
una especie de monólogo interior que es narración, escritura, oralidad, en
presente y en pasado; y a pesar de la dureza de algunas de las escenas, hay un
espléndido sentido del humor que nos permite carcajearnos en medio de tan
ingratas experiencias.
«Ella viene de una isla que quiso construir el paraíso». Con esa misma
línea comienza y termina la novela. Circular. Autocontenida y desbordante, como
el mar que obsesiona a Yocandra.
Las interacciones de personajes de diferentes edades y de diversas
condiciones culturales nos permite enfrentarnos a una panorámica general: los
padres de Yocandra, por ejemplo, representan a los cubanos que vivieron la
Revolución. Y sus diferencias culturales (la madre de la narradora había
estudiado Historia del Arte en tanto que su padre era campesino) se enfrentan
en una escena desoladora en el momento en que reciben una casa que había
pertenecido a un escultor que se fue del país al triunfo de la Revolución.
Están representados también el artista censurado, el intelectual arribista, la
jinetera, el cubano promedio que sufre los obstáculos de la burocracia
kafkiana, el cubano que se queda y su desesperanza, el cubano que se va y su
nostalgia.
A continuación algunos subrayados que hice en la novela, frases
representativas de la obra:
«Tiene hambre y nada que comer. Su estómago comprende muy bien que
debe resistir. En su isla, cada parte del cuerpo debía aprender a resistir. El
sacrificio era la escena cotidiana, como la nada». (p. 14)
«Esa isla que, queriendo construir el paraíso, ha creado el
infierno. Ella no sabe qué hacer. ¿Para qué nadar? ¿Para qué ahogarse?» (p. 19)
«Era el momento del célebre lemita, que tantos estragos
profesionales produjo, de que "la vocación no existe, la vocación es el
deber cumplido"». (p. 49)
«Vivir en el exilio aguza el estado onírico». (p. 139)
«¿Sabes cuánto pagué a un colero por dos pizzas? Ciento veinte
pesos, sesenta cada una. Menos treinta pesos, es mi salario de un mes... Y el
queso no es queso, es preservativo chino derretido». (p. 156)
Zoé Valdés
Nació en La Habana, el 2 de mayo de 1959. Ha escrito poesía, novela,
ensayo y guión cinematográfico. Vale la pena apuntar que está casada con un
cineasta, Ricardo Vega. Sus primeros tres libros, dos de poesía y su primera
novela, los publicó en Cuba. Fue diplomática cultural de su país en Francia en
los años 80, luego en Cuba fue subdirectora de la revista Cine-Cubano,
de 1990 a 1994. En 1995 fue a París, invitada a unas jornadas culturales, y se
quedó a vivir ahí junto con su marido. En 1997 adquirió la ciudadanía española.
Es colaboradora de numerosas revistas y algunos diarios, tanto en
España como en Francia. En España, por ejemplo, colabora con El País, El
Mundo, El Semanal, Qué Leer, Elle, Vogue. En
Francia escribe en Le Monde, Libération, Le Nouvel Observateur,
Beaux Arts y Les Inrockuptibles.
Entre los títulos de las obras de Zoé Valdés, se encuentran: Respuestas
para vivir (poesía, Letras Cubanas, Las Habana, 1986); Todo para una
sombra (poesía, Taifa, 1986); Sangre azul (novela, Letras Cubanas,
La Habana, 1993; Emecé, 1996); La hija del embajador (novela, Bitzoc,
1995); La nada cotidiana (novela, Actes-Sud, París, 1995; Emecé, 1996); Vagón
para fumadores (poesía, Lumen, Barcelona, 1996); Cólera de ángeles
(novela, Ediciones Textuel, 1996); Te di la vida entera (novela,
Planeta, 1996); Los poemas de la Habana (poesía, Antoine Soriano, 1997);
Café Nostalgia (novela, Planeta, Barcelona, 1997); Traficantes de
belleza (cuentos, Planeta, Barcelona, 1998); Cuerdas para el lince
(poesía, Lumen, Barcelona, 1999); Los aretes de la luna (infantil,
Everest, León, 1999); Querido primer novio (novela, Planeta, Barcelona,
1999); El pie de mi padre (novela, Gallimard, Paris, 2000); Milagro
en Miami (novela, Planeta, Barcelona, 2001); Breve beso de la espera
(poesía, Lumen, Barcelona, 2002); Lobas de mar (novela, Planeta, Barcelona,
2003); Luna en el cafetal (cuento infantil, Everest, León, 2003); Los
misterios de La Habana (cuentos, Planeta, Barcelona, 2004); La eternidad
del instante (novela, Plaza & Janés, Barcelona; 2004); Bailar con la
vida (novela, Planeta, Barcelona, 2006); La cazadora de astros
(novela, Plaza & Janés, Barcelona, 2007); La ficción Fidel (ensayo
novelado, Planeta, Barcelona, 2008); El todo cotidiano (novela, Planeta,
Barcelona, 2010), y La mujer que llora (novela, Planeta, Barcelona,
2013).
Por algunas reseñas que he leído de algunas de sus novelas
posteriores, al parecer, como casi todos los escritores, Zoé Valdés es una
autora irregular, que escribe un muy buen libro y el siguiente puede ser
mediocre, pero el siguiente puede ser bueno de nuevo. Eso es muy común, es muy
difícil mantener el mismo nivel de calidad en todas las obras, aunque por
supuesto hay autores que lo logran. Pero esto, lo repito, es sólo una impresión
que tengo de algunas reseñas leídas. Lo que sí sé es que se me antoja leer
algunas otras novelas suyas. Ahora bien, Zoé Valdés es una escritora muy
traducida a diversas lenguas, y también muy galardonada.
Entre los premios que ha recibido se encuentran: Premio de Poesía
Roque Dalton y Jaime Suárez Quemain por Respuestas para vivir (1982);
Accésit al Premio Carlos Ortiz de Poesía por Todo para una sombra
(1985); Premio Coral al mejor guion cinematográfico inédito por Vidas
paralelas en el XII Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano
(1990); Premio de Novela Breve Juan March Cencillo por La hija del embajador
(1995); Finalista del Premio Planeta con Te di la vida entera (1996);
Premio Liberatur (Fráncfort del Meno) por La nada cotidiana (1997);
Orden de las Artes y las Letras, en Francia (1999); Premio Fernando Lara de
Novela por Lobas de mar (2003); Premio de Novela de la ciudad de
Torrevieja por La eternidad del instante (2004) y Premio Azorín por La
mujer que llora (2013).
En una entrevista con Zoé Valdés que encontré en Internet, encontré
una respuesta muy interesante acerca de su literatura. Dice:
«Yo no escribo novelas para hacer semblanzas con lo que pasa en Cuba.
Yo escribo la historia de personajes que hablan de Cuba porque el contexto es
cubano, pero no me impongo dar, cada vez, a algún personaje, una carga
ideológica, política o de significación de ese tipo. No. Es una historia que
cuento, como tantos escritores cuentan historias que podrían, también, ser
inspiraciones para el lector, pero no me lo impongo.»
Y más adelante, en esa misma entrevista, le pidieron que definiera su
propia literatura, y ella respondió lo siguiente:
«No podría hacerlo. Sería impropio que me definiera a mí misma. Mi
literatura tiene que ver mucho con la libertad y la vida. Son las dos palabras
que más me interesa que definan mi obra: libertad y vida».
. . . . . . . . . . . . . . .
La nada cotidiana. Zoé Valdés. Quinteto-Salamandra. Barcelona.
2002. 186 págs.
Excelente reseña!! Acabo de terminar el libro y me encantó, Valdés es una escritora excepcional.
ResponderBorrarSaludos!
Muchas gracias por tu comentario. De acuerdo contigo. ¡Saludos!
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