Los juegos del hambre (I)
de Gary Ross
Jesús Guerra
Cuando vi por primera vez en librerías el volumen Los juegos del hambre, de Suzanne Collins, y leí la contraportada, me pareció que la premisa era idiota (una sociedad civilizada del futuro en la que se pone a pelear a muerte a jóvenes para el entretenimiento televisivo de un país), y no lo compré. Y sigo sin leerlo (aunque después de ver la película —a pesar de que la idea central me sigue pareciendo idiota—, me doy cuenta que hay algunos elementos de crítica social interesantes para una saga destinada a los lectores jóvenes, así que lo leeré pronto). Sin embargo, escribir la reseña de una película basada en un libro sin haberlo leído es bueno para la percepción de la película, aunque quizá no para la percepción del argumento de la obra original.
Para quienes aún no saben de qué trata (quizá los papás de los muchachos fascinados con esta obra) les diré lo básico: en un futuro no especificado, cuando Norteamérica (es decir, supongo y espero, sólo los Estados Unidos) han desaparecido como país, una nueva nación surge de sus cenizas: Panem, formada por una suerte de estado central que es la capital, y rodeado de doce distritos. En el momento en que sucede la historia que se nos narra, han pasado 74 años desde que esos distritos de la periferia se rebelaron contra la capital, pero el centro venció y se restableció la paz. Sin embargo, para recordar los acontecimientos (es decir, para seguir restregándoselos en la cara a los miserables habitantes de dichos distritos), se crearon los llamados Juegos del Hambre (esto a mí me parece muy obvio, creo que éste es el nombre con el que la gente podría conocer los juegos, pero que el nombre oficial debería de ser diferente), para los que cada distrito proporciona, por sorteo, a un hombre y una mujer, de entre los 12 y los 18 años de edad, para que participen en este «juego» que en realidad es una competencia de sobrevivencia, puesto que el ganador de esos 24 participantes será sólo uno, y en consecuencia morirán 23. Los participantes no sólo tienen que luchar por sobrevivir al hambre, la sed y la enfermedad, sino que tendrán que defenderse de los ataques de los demás participantes, o bien atacarlos. Es el regreso de los gladiadores, pero con adolescentes pobres. El vencedor recibirá riquezas —supongo, o por lo menos comida—, lo mismo que los miembros de su familia y quizá también los habitantes de su distrito. Es claro que la capital está llena de habitantes adinerados y superficiales, y que los distritos periféricos son pobres (realmente miserables). Y todo mundo, los ricos por diversión, los pobres por ver cómo van sus participantes (y, puedo suponer, que también por diversión) siguen por TV esta competencia...
En el distrito 12, los participantes que «ganan el honor» de representar a su territorio son: Peeta Mellarck (Josh Hutcherson), de 17 años, y Primrose Everdeen (Willow Shields) de 12 años. De inmediato, la hermana mayor de Prim, Katniss Everdeen (Jennifer Lawrence), de 16 años, se propone como voluntaria en lugar de su hermana. Lo anterior, por supuesto, llama la atención del personal de gobierno encargado del sorteo en el Distrito 12 y casi los enternece. Pero además, esta ternura, esta emoción, esta sorpresa, deben exagerarse para los telespectadores.
Katniss y Peeta son llevados en tren rápido a la capital, y desde que suben los desconcierta el lujo extremo con el que viajan los empleados del gobierno encargados de la organización de los juegos. A partir de aquí, vemos la extravagancia de «los ricos». Las escenas de la gente de dinero, a pesar de la evidente intención de crítica, son divertidas porque tienen el tono de farsa. Maquillajes exagerados —en hombres y mujeres—, peinados ridículos, barbas recortadas en formas rebuscadas, adornos de gran tamaño, vestuarios vistosos y sumamente coloridos, caricaturas de modas del pasado, del siglo XVII a los años 50 del siglo XX. En tanto que los pobres del Distrito 12 portan una recreación de las vestimentas de los años de la Gran Depresión.
Al llegar al centro en donde los entrenarán durante un mes, los chicos vuelven a sentir el peso del lujo excesivo. Ahí conocen a quien los vestirá y peinará para su presentación, Cinna (el músico Lenny Kravitz), y ya en el tren habían conocido a su mentor, Haymitch (Woody Harrelson), un ex ganador de los premios, dos décadas antes, que ahora es un tipo cínico y alcohólico. Conocen también, muy superficialmente (tanto que carecen de importancia para los espectadores) a sus 22 rivales. Durante este tiempo, además, son expuestos a los medios de comunicación, es decir, presentados al gran público, es decir, también, explotados en términos emocionales. No hay que olvidar que estos juegos son lo mismo que las peleas de gladiadores de la Roma imperial en versión Hi Tech y sirven simultáneamente a dos propósitos: castigar a los Distritos que se rebelaron en el pasado y mantenerlos bajo el yugo del miedo, y por otra parte, mantener tranquilos a los capitalinos, distraídos, entretenidos con un espectáculo salvaje. Yo, en lo personal, las actuaciones que más disfruté fueron la del conductor de televisión Caesar Flickerman (interpretado por el siempre espectacular Stanley Tucci), y la de Effie Trinket (Elizabeth Banks), la encargada de realizar el sorteo en el Distrito 12 y, por decirlo así, la representante del equipo.
Aquí vemos el estilo arquitectónico del gobierno dictatorial de Panem: básicamente se trata de una recreación del estilo de la Roma imperial y del Tercer Reich (este último ya era una recreación del estilo romano): edificios y plazas enormes (tamaño fascista, pues), todo adornado con banderas verticales.
Luego viene lo que se supone es la parte central de la obra, la competencia propiamente dicha, «los juegos», que se supone debe de ser medianamente interesante —no puede ser muy intensa porque, por una parte, se trata de una cinta para adolescentes, y por otra, porque el director y coguionista, Gary Ross, y la coguionista (la autora misma de la novela, Suzanne Collins) no quisieron que la película pareciera glorificar la violencia convirtiéndola en espectáculo, que es, precisamente, una de las características de nuestro tiempo que la obra ataca—. Sin embargo debería de ser bastante más emocionante de lo que es. Es aquí donde se siente un poco que la cinta se cuelga.
Y de lo que sigue ya no digo nada. Reconozco el trabajo de adaptación como uno particularmente ingrato porque normalmente nadie queda satisfecho. Sin embargo hay que reconocer que la cinta tiene unos huecos informativos terribles. Uno no termina de entender muchos detalles. Yo tuve que buscar y leer material sobre la novela y la cinta en Internet para entender cosas que al parecer se encuentran bien explicadas en el libro. Y aunque comprendo, desde fuera de la obra, que los participantes sean muchachos de entre 12 y 18 años porque ése es el rango de edad al que estas obras (la novela y la película) están dirigidas, no tiene mucho sentido en la trama: ¿cómo podría ser «emocionante», desde una perspectiva de justicia competitiva y no sólo de violencia salvaje, una lucha a muerte entre, digamos, una niña de 12 años y un joven de 18? Eso ya no sería una pelea a muerte, sería directamente un asesinato. Y esto se encuentra relacionado con lo que decía en un inicio acerca de una «premisa idiota».
La película funciona mejor de lo que yo esperaba, debo reconocerlo (sobre todo en el aspecto visual), pero tampoco me ha terminado de convencer. Sin embargo sí ha logrado que se me antoje leer la novela (por lo menos la primera de la trilogía) para ver si en efecto está justificado el éxito que ha tenido (creo que hasta el momento la novela —¿o la trilogía?— ha vendido alrededor de 20 millones de ejemplares en todo el mundo, y si bien no se compara con lo que ha vendido la serie de Harry Potter, no deja de ser un número impresionante de libros), y para ver, lo que sería aún mejor, si me gusta. Me encantaría que me gustara (¿para qué querría leer un libro que no me gustara?).
La cinta tuvo un costo de 78 millones de dólares y
se estrenó en los Estados Unidos en marzo de 2012; hasta septiembre de ese año había
ganado, en todo el mundo, más de 408 millones de dólares.
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Los juegos del hambre. (The Hunger Games; 2012). Dirección: Gary Ross. Guión: Gary Ross, Suzanne Collins y Billy Ray (basado en la novela homónima de Suzanne Collins). Fotografía: Tom Stern. Música: James Newton Howard. Diseño de producción: Philip Messina. Con: Jennifer Lawrence, Josh Hutchenson, Elizabeth Banks, Woody Harrelson, Stanley Tucci y Donald Sutherland, entre otros. La compañía productora es Lion Gate Films, Inc.
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Los juegos del hambre. (The Hunger Games; 2012). Dirección: Gary Ross. Guión: Gary Ross, Suzanne Collins y Billy Ray (basado en la novela homónima de Suzanne Collins). Fotografía: Tom Stern. Música: James Newton Howard. Diseño de producción: Philip Messina. Con: Jennifer Lawrence, Josh Hutchenson, Elizabeth Banks, Woody Harrelson, Stanley Tucci y Donald Sutherland, entre otros. La compañía productora es Lion Gate Films, Inc.
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