martes, 8 de marzo de 2016

Adiós, Madrid, de Paco Ignacio Taibo II





Adiós, Madrid
de Paco Ignacio Taibo II

Jesús Guerra

Era inevitable (afortunadamente). Héctor Belascoarán-Shayne, el detective tuerto y cojo, hijo de vasco e irlandesa y más mexicano que el mole verde, cabalga (es metáfora y lugar común, más bien viaja en avión) de nuevo.* Su trabajo lo lleva ahora, otra vez, fuera de la Ciudad de México, población con la que tiene una relación de amor/odio tendiente más hacia lo primero, sólo comparable a la que Woody Allen tiene con Nueva York. Y Belascoarán fuera del DF no es del todo él en cuanto a fuerza, pero es más él que nunca debido al poder evocador de la nostalgia (recordemos, por ejemplo, Sueños de frontera, en la que tampoco trabaja en la capital del país, sino que se avienta un extenso recorrido por la frontera norte, con la que choca, a la que intenta conocer y, finalmente, a la que inventa, como todo verdadero viajero).

Pero en ésta, la novena novela de la saga de Belascoarán, el detective no sólo está fuera de la capital sino de país mismo, y para colmo se encuentra en el país de su padre, en donde éste se casó con su madre, pianista irlandesa, y de la que guarda una serie de recuerdos prestados.
 
Edición francesa

A Héctor lo llama un amigo llamado Justo Vasco (nombre interesante por las resonancias que puede tener en nosotros y/o en el propio detective con relación a su propio padre, ¿verdad?) que es Subdirector Técnico del Museo Nacional de Antropología y lo contrata para que vaya a Madrid a dar un recado. El mensaje tiene que ser dado en persona (porque así es más impresionante, sobre todo si el mensajero es un detective, es mexicano y es tuerto) a una mujer identificada sólo como La Viuda Negra, una especie de exprofesional, ya que Belascoarán la identifica como «examante, exjoven, exalgo». Es una mujer que fue la amante de un expresidente, la cual se supone salió del país envuelta en el escándalo y en mucho dinero. Se supone también que entre las cosas que su examante le regaló se encontraba un objeto de arte prehispánico, una cosa denominada «el Pectoral de Moctezuma», de oro, que la susodicha, según fuentes bien informadas, intenta venderle a un comprador privado español Entre las posibles secuelas del escándalo —ya que Justo Vasco se encuentra a punto de hablar ante la prensa internacional— está el hecho de que el pectoral de Moctezuma, exhibido en el Museo de Antropología, es falso.

Belascoarán duda enormemente para decidir emprender el viaje. Le gusta la idea de ir a Madrid (con los gastos pagados, además), pero no quiere, casi diría que no puede, dejar el DF Para colmo, acaba de comenzar con unas clases de merengue (de baile, claro está) que lo traen medio loco, ya que parecen tener un efecto benéfico sobre su habitual melancolía.




Lo que le permite decidirse por el viaje es el hecho de que Madrid está próxima (más que el DF, claro) de Lisboa, ciudad en la que, parece ser, se encuentra «la muchacha de la cola de caballo». Pero esa es sólo una de sus fantasías, al igual que el resto de la lista que apunta en un papel porque ya comienza a desconfiar de su memoria; al llegar a Madrid quiere: «Ir a visitar la sierra, un lugar llamado San Rafael, donde pelearon las Brigadas Internacionales, y allí, en particular, un viejo almacén de granos donde dio un concierto su madre; comer tortilla de patata con almejas en una taberna llamada La Ancha y pasar a la cuesta de Moyano a conseguir todas las novelas viejas de Phillip K. Dick y Phillip José Farmer; ir a escuchar un concierto de Joaquín Sabina y otro de Joan Manuel Serrat; ir a ver un partido del Real Madrid para gritar en contra de los merengues ahora que habían corrido a Hugo Sánchez» (pp. 26 y 27). Entre las cosas que descubre está el hecho de que «nada era como antes».

Adiós, Madrid es quizá una de las menos policiacas de las novelas policiacas de Belascoarán, y de las novelas policiacas, a secas. Lo cual, por supuesto, no es un defecto (como tampoco lo sería el decir de una obra, que está centrada casi exclusivamente en lo policiaco), es sólo una característica. Hay poca violencia, y los únicos golpeados son unos tipos que no tienen nada que ver con el caso investigado, son unos pobres punketos que tienen la mala fortuna de asaltar a Belascoarán mientras éste, irritado, comprueba que Madrid es otra cosa diferente a la que se imaginaba.




Es una novela en la que no hay mucho que descubrir —en el papel de policía—, ya que en teoría se le contrató únicamente para dar un recado de viva voz, aunque luego las cosas se compliquen —cual deben— y termina ayudando a Justo Vasco, aún sin entender del todo, hasta el final, por dónde va la cosa del dichoso pectoral de Moctezuma.

Adiós, Madrid es una novela en la que Belascoarán investiga más bien el lugar —ahora con un ambiente completamente diferente— en el que se desarrolló la juventud de sus padres y en el que investiga, por tanto, una parte de su propio pasado.

Como es una costumbre, el humor es un elemento clave en la novela, al igual que los personajes bonachones que se cruzan en el camino de Héctor, como el conserje nocturno del hotel en el que se está hospedando el protagonista, o el director del Museo América, de Madrid, llamado Silverio Cañada, amante del tequila. Y del bueno, porque si Belascoarán es un erudito en cuestiones relativas a cigarrillos fuertes, Silverio Cañada lo es en tequilas.

Cuando Belascoarán se presenta por primera vez ante el señor Cañada, amigo de Justo Vasco, el director del museo dice: «¿Tequila? Porque recibí un fax del Museo de Antropología de México diciendo que el intercambio de información estaba alcohólicamente condicionado.

«Héctor sacó dos botellas de Cuervo compradas en el Corte Inglés, porque la mexicanidad se había vuelto internacional…

«—Cuervo Añejo. Na’, ni en broma. Si éste lo compra uno en el Corte Inglés. Si fuera un Hornitos Reposado, un Siete Leguas, un Orendáin Blanco o un Viuda de Romero Extra Añejo, entonces esto podría llamarse una conversación».

En cuanto a lo que se supone es el eje central de esta novela sólo diré que al final Belascoarán —y, por ende, el lector— termina por entender cómo estaba el asunto.
Efectivamente, como el propio Paco Ignacio Taibo II lo reconoce en la nota introductoria, la novela es excesivamente corta y tal vez le hizo falta una segunda trama que complicara las cosas. Paco Ignacio confiesa que incluso dudó en entregársela a su editor pero que finalmente se dijo lo que siempre se dice, que «las novelas tienen la longitud que quieren tener». Y dice también: «Que decidan los que la van a leer si me equivoqué. En esas estaba (decidiendo), discutiendo con amigos y lectores, percibí en ellos la misma extraña sensación que me andaba rondando: que las historias de Belascoarán se estaban agotando, que quizá fuera hora de darle unas nuevas vacaciones».




Yo creo que las historias de Belascoarán no se están agotando, ya que tiene todos los problemas del país —que son muchos— para que su detective se inmiscuya, y además el tono de sus obras es la adecuada para tratar cuestiones tan deprimentes como las broncas de México: tristón y amable, su detective fumador y bebedor de refrescos, amante nostálgico de una mujer viajera, habitante lúcido y soñador del monstruoso D.F., cojo y tuerto, cuarentón y aprendiz de merengue, es, más que un pesimista, un optimista informado. No es un nihilista porque es soñador —o lo era en su juventud— pero sí es un postmoderno desencantado que no sabe dónde abandonar sus ilusiones. Belascoarán está mejor que nunca, ahora que física y moralmente está tan malo, el pobre. Es Paco Ignacio Taibo II quien ha ido simplificando, adelgazando el cuerpo de la obra, sin que ello signifique que ha simplificado la estructura.

La pregunta sería si Adiós, Madrid es una novela corta o un cuento largo. Stephen King dice, por ejemplo, que son cortas sus cuatro novelas editadas juntas bajo el título Cuatro después de la medianoche y sin embargo tienen, respectivamente, 221, 133, 195 y 158 páginas, de letra pequeña y en páginas de formato amplio. Adiós, Madrid, en ese mismo formato, no pasaría de unas 50 páginas…

Pero bueno, si sus novelas belascoaranianas se simplifican, se adelgazan o se agotan, es tema para otro texto. De momento, alegrémonos de que existe el noveno capítulo de la vida de uno de los personajes más entrañables de la literatura mexicana: Héctor Belascoarán-Shayne.

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Serie Belascoarán Shayne:

  • Días de combate (1976)
  • Cosa fácil (1977)
  • No habrá final feliz (1981)
  • Algunas nubes (1985)
  • Regreso a la misma ciudad y bajo la lluvia (1989)
  • Amorosos fantasmas (1989)
  • Sueños de frontera (1990)
  • Desvanecidos difuntos (1991)
  • Adiós, Madrid (1993)


Hay diversas ediciones de las novelas. La editorial Planeta publicó en 2010 las nueve novelas en un solo volumen llamado Todo Belascoarán

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* Esta reseña fue escrita (y publicada en un medio impreso de Coahuila) aproximadamente en 1993, en el año en que fue publicada la novela.

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Adiós Madrid. Paco Ignacio Taibo II. Promexa. México, febrero de 1993. 138 págs. (Esta es la edición reseñada, la que se encuentra ahora es la de la editorial Joaquín Mortiz/Planeta.)


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