Había una vez... en Hollywood
(Once
Upon a Time... in Hollywood,
Estados Unidos, Reino Unido, China, 2019)
Jesús Guerra
Quentin
Tarantino es uno de los pocos directores de cine que tiene una obra tan
reconocible y personal (y también un evidente savoir faire mediático)
que ha logrado que no sólo los cinéfilos lo reconozcan y lo mencionen como el
personaje central relacionado con una película. La gente (una buena parte de la
gente que va al cine) dice «la nueva película de Tarantino» y no «la nueva de
Leonardo DiCaprio» o de Brad Pitt, al comentar Había una vez... en Hollywood.
Esto lo han logrado realizadores como Alfred Hitchcock, Woody Allen y David
Lynch, por ejemplo. En el mundo del Cine de Arte lo han logrado muchos más
—proporcionalmente— pero no son conocidos más que por los cinéfilos. Y es que
el cine de Tarantino, por comercial que parezca y de hecho lo sea, está a medio
camino entre lo comercial y el Cine de Arte, o, si se prefiere, el Cine de
Autor, entendido éste de una manera muy pop.
Había
una vez en Hollywood, la novena película
(así se anuncia en los carteles) de Tarantino, cuenta unos fragmentos de varias
historias, ubicadas en el corazón del cine y la televisión comercial
estadounidenses, en 1969, un momento de profundos cambios en la industria
fílmica de ese país. Por una parte, está la historia de Rick Dalton (Leonardo
DiCaprio), un actor de cine de acción, y ahora de una serie de televisión que
acaba de ser cancelada, quien luego de una conversación con su agente, Marvin
Schwarz (Al Pacino), comprende que su carrera está en declive (mientras que lo
que aumenta es su alcoholismo). Schwarz intenta convencer a Dalton de que se
vaya a Italia a filmar varios «Spaghetti Westerns» para relanzar su carrera
como actor duro. Junto a Dalton está siempre Cliff Booth (Brad Pitt), un
«doble» profesional (los actores que interpretan las acciones peligrosas en
lugar de los actores), de hecho, el doble de Dalton, que ahora en realidad
trabaja como guardaespaldas, ayudante en general y recientemente también como
chofer del actor, pues por manejar borracho le suspendieron su licencia.
Además, Booth es quizá el único amigo de Dalton.
Por
otra parte, pero geográficamente cercana (pues Sharon Tate y su marido, el
cineasta de moda Roman Polanski, son vecinos de Dalton), la cinta muestra, se
supone, el ascenso de Sharon Tate (Margot Robbie) como actriz. A Polanski sólo
lo vemos de lejos, y cuando lo vemos de cerca es únicamente de espaldas, lo
cual es un acierto. Pero de Sharon Tate sólo vemos momentos de su vida
cotidiana. Bailando, caminando, manejando. El trabajo de Margot Robbie en esta
cinta es, básicamente, lucir preciosa y algo inocentona. La única escena que
nos permite vislumbrar algo de la personalidad de Tate es el momento en que
ella decide entrar, sola, a un cine a ver una película en la que ella intervino
(The Wrecking Crew, Phil Karlson, 1968) junto a la estrella: Dean Martin
(como el agente Matt Helm), y entra para ver las reacciones del público, pues
se trata de una cinta de acción con elementos de comedia. En una entrevista,
Tarantino dijo que ésa era la idea, mostrar a Sharon Tate como persona, pero
creo que se quedó corto.
En
varias escenas, Cliff Booth se topa en algunas esquinas de Hollywood con una
hippie bastante joven, atractiva y al parecer simpática. Ella le pide aventón,
pero él siempre va en otra dirección, hasta que un día decide llevarla a donde
ella va: el Rancho Spahn. Él sabe perfectamente dónde es pues ahí, tiempo
atrás, Dalton filmaba una serie de televisión de vaqueros. Esta es una de las
escenas más tensas del filme, cuando Booth dice que quiere saludar al viejo
George Spahn (Bruce Dern), y los hippies que viven ahí intentan impedir que
busque al dueño del rancho. La escena sirve, sobre todo, para indicarnos que
ese grupo de hippies puede ser peligroso. Y vaya si lo es, pues ésta es la
comunidad de Charles Manson.
Si
Tarantino fuera escritor de narrativa literaria, sería cuentista. Y en cine, su
fuerte son las escenas. Dirige cada escena como si fuera un cortometraje. Cada
escena importante tiene su inicio, desarrollo, clímax y final. Y eso está muy
bien, sólo que al juntar todas las escenas para que formen un largometraje, le
falla el ritmo general. Porque cada escena está hecha por y para sí misma, al
parecer sin pensar mucho en que debe de dar paso a otra escena posterior. Algunas
de las escenas de esta película son incluso innecesarias, pero gozosas —como
ejemplo, la divertidísima pelea entre Cliff Booth y Bruce Lee (Mike Moh)—. El
realizador es tan perfeccionista y obsesivo con los detalles, que cada escena
se alarga más de lo necesario. Y al juntarlas producen largometrajes demasiado
extensos, cuya extensión se nota más debido a las fallas de ritmo. Y esas
características son muy evidentes en su novena película, que más que una
historia parece una serie de viñetas más o menos conectadas unas con otras.
Entre
otras deficiencias narrativas está el uso de un narrador que interviene muy
poco. Algo al inicio, luego desaparece durante casi toda la película, e
interviene algo más al final. Es muy inconsistente. Desde una perspectiva cinematográfica
tradicional esto es un error. Para los puristas la narración con voz-en-off
(o voice over) es un defecto porque es un recurso más bien literario. A
mí no me molesta que haya un narrador, pero sí creo que debe ser consistente.
Aquí, ¿quién narra?, ¿por qué sólo en ciertos pasajes?
Pero
si Había una vez... tiene problemas de narración, visualmente es una
cinta extraordinaria. Todo lo relacionado con ambientación (locaciones, sets,
decorados, anuncios luminosos, vestuario, peinados, maquillaje, música) es sorprendente.
Hasta la textura cinematográfica de las escenas filmadas de obras ficticias que
están dentro de la película corresponden a la de las películas de la época, y
es que esta obra no está grabada con cámaras digitales, sino que está filmada,
en película, e incluso algunos de los movimientos de cámara imitan los que se
utilizaban a fines de los años 60. Todo está hecho para que los espectadores
veamos, escuchemos y, de alguna manera, sintamos lo que era Hollywood (en
general todo Los Ángeles) en 1969. Una buena parte de sus escenas son para que
experimentemos ese lugar en esos momentos. La nostalgia, no hay duda, juega un
papel importante en esta cinta. Y para quienes no vivimos Los Ángeles a fines
de los 60, la nostalgia histórica y el descubrimiento de los antiguo-nuevo. Es
una película histórica ubicada en una época no tan lejana... es entonces, quizá,
una película retro. Por supuesto, el cine mismo y la industria de la televisión
juegan un papel importante.
No
me parece, en términos generales, una película para todos los gustos. Hay que
entender que Tarantino antes que director es un cinéfilo, una verdadera
enciclopedia fílmica, que llena sus películas con citas y homenajes
cinematográficos de lo más variados, algunos de los cuales nos pasan en blanco
a muchos espectadores. Y esto es lo que convierte las obras de Tarantino en
algo así como doblemente cinematográficas.
Termino:
todo lo que está relacionado con la ambientación es maravilloso; cada una de
las escenas, como unidad, están muy bien dirigidas (y están estupendamente
interpretadas por todos los actores), pero la narración tiene sus fallas, y el
argumento (bastante corto para una película de 161 minutos) no es
particularmente interesante... Hay que recordar que los espectadores vemos películas
para presenciar historias, y que todo lo que interviene en una película debe
estar al servicio del guion. Así que me parece una hermosa película fallida,
sin embargo, como es de Tarantino, hay que verla.
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Había una vez... en Hollywood (Once Upon a Time...
in Hollywood)
Dirección:
Quentin Tarantino
Guion: Quentin
Tarantino
Fotografía:
Robert Richardson
Edición: Fred
Raskin
Diseño de producción: Barbara Ling
Dirección de arte: John Dexter, Jann K. Engel, Helena Holmes
Vestuario:
Arianne Phillips
Con:
Leonardo DiCaprio, Brad Pitt, Margot Robbie, Emile Hirsch, Margaret Qualley,
Julia Butters, Al Pacino, entre muchos otros.
Género: Drama /
Comedia
País: Estados
Unidos, Reino Unidos, China
Idioma: Inglés
Año: 2019
Duración: 161
minutos