martes, 22 de marzo de 2016

Un hombre irracional, de Woody Allen





Un hombre irracional
(Irrational Man, EEUU, 2015)
de Woody Allen

Jesús Guerra

Abe (Joaquin Phoenix), nuevo profesor de Filosofía, llega a una universidad del este de los Estados Unidos. Tiene fama de mujeriego, problemático y alcohólico, y al parecer todo es cierto. Tan pronto llega, dos mujeres se interesan por él: Rita (Parker Posey), la esposa de otro profesor del campus, aburrida de la vida que lleva en ese pueblo tranquilo y de su matrimonio, y Jill (Emma Stone), una de las alumnas de Abe, aburrida también de la muy convencional relación con su muy convencional novio (Jamie Blackley). Para ambas mujeres, Abe es nuevo y excitante. La relación con Jill se mantiene como una buena amistad maestro-alumna, y aunque Rita se convierte en amante de Abe, la relación no es particularmente intensa ni frecuente.




Lo que sucede es que Abe está deprimido. De joven creyó que podría hacer algo para cambiar al mundo, pero está en la edad en la que se ha dado cuenta que no hay nada que pueda hacer para lograrlo, y la filosofía no le ha ayudado a encontrar el sentido de la vida, ni siquiera el de la suya. No puede (o simplemente no tiene el ánimo de) escribir el libro en el que ha estado trabajando desde hace tiempo. Está aburrido y desencantado. Hasta que una tarde, en un café con Jill, escucha una conversación de las personas que están en la mesa vecina. Y esa conversación lo inspira para actuar y, por lo tanto, cambiar su vida. Repentinamente está lleno de energía y ve el mundo con otros ojos. Y en efecto, su vida cambia.




A mí me parece que Woody Allen es un genio, pero por algún motivo no siempre puede expresar su genialidad en las películas que escribe y realiza. En muchos casos entrevemos lo genial como si estuviera detrás de la película que vemos, podemos percibir la idea genial tras los velos de la obra real. Quizá sea así porque Allen tiene un estilo muy definido, en el cual, los espectadores que gustamos de sus obras, nos sentimos cómodos. No es un autor para todos los gustos. De hecho, la obra de Woody Allen es mucho mejor apreciada en Europa que en su propio país.




Hubo una época en que él mismo era el mejor intérprete de sus personajes centrales masculinos. Quizá porque estos son un alter ego del guionista-director. Esas películas son las mejores de su filmografía. A partir de un cierto momento, cuando ya fue muy grande para interpretar a su alter ego, los actores contratados han tenido que imitar al Woody Allen actor o bien encontrar una manera diferente de encarnar a estos personajes y que sigan funcionando de manera adecuada. Quizá el propio Allen haya tenido que aprender a escribir estos papeles alejándolos un poco de ese modelo anterior. Aquí, Joaquin Phoenix interpreta de una manera muy personal a un antihéroe alleniano, y funciona bien porque incluso así reconocemos al alter ego de Allen, ese personaje que salta de una película a otra, aunque hay que reconocer que hay filmes en los que no está presente.




La filmografía de Woody Allen puede dividirse, de manera muy general, en tres etapas: las películas de aprendizaje (muy locas y muy divertidas, que van de What's Up, Tiger Lily? [1968] a Sleeper [1973]), las grandes obras (en donde está todo su genio tanto en la escritura como en la dirección y en la actuación, y en donde hay algunas obras que son verdaderas obras maestras, que va de Love and Death [1975] hasta Husbands and Wives [1992], y luego una larga tercera etapa entre experimental y contenida, con marcados altibajos, algunas obras buenas y otras claramente fallidas. En esta etapa hay varios períodos, uno de ellos es el período europeo de Woody Allen (esta tercera etapa va desde Manhattan Murder Mystery [1993] hasta la más reciente, que ahora comentamos), pero casi todas las cintas de este período son lo que se conoce como «obras menores».




Un hombre irracional (que ha llegado a México con un retraso enorme: se estrenó aquí el 18 de marzo pasado, pero fuera de Serbia, Chile y México, en todas partes se estrenó en 2015, luego de su estreno en Cannes en mayo de 2015), es una obra de tesis, muy esquemática. Correctamente realizada, por supuesto, pero esquemática. Reducida al mínimo necesario de todo. Es clara, inteligente, simpática, pero eso es todo. Es complicado incluso colocarla en un género. Se supone que es una comedia dramática con elementos de misterio. Pero no es suficientemente cómica para ser una comedia, ni suficientemente dramática para ser un drama, ni suficientemente misteriosa para ser un thriller. Es como un cuento muy correcto creado para ejemplificar un aspecto de un alegato filosófico, aunque sin inspiración y sin adornos. La música, como siempre en el caso de Woody Allen, es estupenda… Y si bien al salir del cine uno se siente nostálgico de los tiempos de Zelig o de The Purple Rose of Cairo, también salimos agradecidos de que aún podemos ver una cinta de Woody Allen. Dentro de pronto, me temo, eso ya no será posible y va a ser muy triste, como triste es que ya no podemos ver nuevas películas de Federico Fellini o de Alfred Hitchcock.




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Un hombre irracional (Irrational Man)
Dirección: Woody Allen
Guión: Woody Allen
Fotografía: Darius Khondji
Edición: Alisa Lepselter
Dirección de arte: Carl Sprague
Con: Joaquin Phoenix, Emma Stone y Parker Posey, entre otros
Género: Drama / Misterio / Comedia
País: EEUU
Año: 2015

Duración: 95 minutos


martes, 15 de marzo de 2016

Hechizo del tiempo, de Harold Ramis




Hechizo del tiempo
(Groundhog Day, EEUU, 1993)
de Harold Ramis

Jesús Guerra

El nombre Hechizo del tiempo no dice gran cosa, a primera vista. Sin embargo, el nombre en castellano es apropiado, aunque tal vez no sea excelente ni memorable. El título en inglés es bastante más prosaico, pero muy característicamente norteamericano, incluso de su literatura (y me refiero al tipo de título, no a este título en particular). Se llama Groundhog Day (‘El día de la marmota’). ¿Memorable? Memorizable, tal vez. En cambio, la película sí que es memorable.




No se trata, por supuesto, de una obra maestra. Conserva su carácter ligero, pero es una buenísima película, gracias a que está bien realizada en todos los niveles, claro, pero básicamente gracias a su argumento, que es verdaderamente sen-sa-cio-nal:
Phil Connors (interpretado brillantemente por Bill Murray, muy a lo Bill Murray) es el locutor de las noticias meteorológicas de un canal de TV. Está convencido de ser un hombre talentoso, y si bien en pantalla es gracioso, en su vida privada es insoportable porque es absolutamente neurótico y simplemente no resiste a la gente. Phil es enviado ese 2 de febrero a un pueblecito de nombre impronunciable (y lo que es peor, inescribible, algo así como “Punswatawaney”), a la celebración conocida como —precisamente— “El Día de la Marmota”, un rito local en el cual todo el pueblo observa a una marmota salir de un árbol y el alcalde “habla con ella en lenguaje de marmota”. Si al salir del árbol el animalito no ve su sombra, entonces habrá seis semanas más de invierno. Para las pulgas de Phil, todo el acontecimiento es una babosada, pero tiene que realizar el reportaje. La productora que lo acompaña ese año, Rita (Andie MacDowell), no sólo es nueva, sino que es inocentona y, para colmo, optimista. El camarógrafo se la pasa diciéndole a Rita, para justificar a Phil, que éste es una diva.




A las seis de la mañana del día de la celebración, Phil se levanta, desayuna, sale al pueblo y se topa con un conocido a quien detesta, lo evade, llega al lugar de la grabación del reportaje, lo realiza de mala gana, comen y se disponen a regresar a Chicago, pero una tormenta de nieve (que Phil había dicho en TV que se desviaría) hace que la policía del poblado cierre las carreteras. Ni modo, un día más en el lugar impronunciable.




Pero en la mañana siguiente comienza el hecho extraordinario, el “hechizo del tiempo”. Phil nota que todo se está repitiendo exactamente igual que el día anterior. Él puede cambiar, hacer otras cosas, decir otras cosas, pero todo lo que él no controla, como el comportamiento de los demás, se repite. Incluso la celebración. Y es que es, otra vez, el 2 de febrero. Y día tras día es el mismo día. Phil pasa por varias fases. Primero se desespera al grado de intentar suicidarse, y de hecho lo hace, varias veces y todas con éxito, pero al día siguiente vuelve a despertar en su cama, a las 6 a.m., con la misma canción y los mismos comentarios de los locutores de la radio pueblerina.




Luego, decide hacer una cosa maravillosa: se pone a construir, lenta y pacientemente (aunque para el espectador es muy rápido) un día perfecto. Primero, de manera egoísta, construye un día perfecto para él. Luego intenta enamorar a Rita, día tras día con el repetirse de las situaciones: descubre los gustos de la mujer hasta llegar al momento de entablar diálogos perfectos. Después, como ya conoce todos los pequeños accidentes que se suscitan en el pueblo, llega al lugar con lo necesario para solucionarlos. Toma lecciones de piano, lecciones sucesivas para él que son siempre “la primera lección” que la maestra le da. Conoce las vidas de una serie de personajes del pueblo. Poco a poco deja atrás su egoísmo y se pone a ayudar a todo el mundo, gracias a que sabe de antemano qué les sucederá. Es decir: se perfecciona.




Esta comedia, inscrita en el género de lo fantástico, es una metáfora de la monotonía de la vida del común de las personas y es una enseñanza de cómo pueden utilizar el conocimiento relativamente seguro de lo que sucederá para mejorar sus vidas y mejorar las de los demás. Es una metáfora, también, de la cárcel que el tiempo es para el ser humano. Es una investigación sobre la espontaneidad y su contrario. Un análisis de la rutina y de las sorpresas. ¿Fue todo un sueño —un largo y minucioso sueño— o fue, como en Dimensión Desconocida, un hundimiento en la famosa Twilight Zone que sirve para hacer reflexionar a quienes traspasan su umbral? Es todo eso. Es, ante todo, una fantasía, una deliciosa fantasía, definitivamente memorable.




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* Las reseñas de la sección Cine de Hoy (2001-2010), y muchas de Cine de Ayer (1971-2000), salvo aclaración, fueron escritas en las fechas del estreno en México de esas obras, en salas de cine o en video, y son publicadas aquí (más o menos) como fueron publicadas en su momento en medios impresos de Coahuila.

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Actualización:
Hechizo del tiempo es hoy, sin duda, una obra clásica de fines del siglo XX.  Después de Groundhog Day, Bill Murray, quien ya para entonces había participado en más de 20 cintas, ha filmado más de 30 películas más, a lo que hay que agregar algunos cortometrajes, series de TV, programas de TV, y además ha sido la voz de diversos personajes animados en películas y en videojuegos.

Por su parte, el actor, guionista, productor y director Harold Ramis, quien realizó 12 largometrajes (Hechizo del tiempo fue el cuarto), dirigió después Stuart Saves His Family (1995), Multiplicity (1996), Analyze This (1999), Bedazzled (2000), Analyze That (2002), The Ice Harvest (2005), Atlanta (para TV, 2007), y Year One (2009), además de varios capítulos de la serie de TV The Office. Harold Ramis, quien nació en 1944, murió en 2014, a los 69 años de edad.




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Hechizo del tiempo (Groundhog Day)
Dirección: Harold Ramis
Guión: Danny Rubin y Harold Ramis
Fotografía: John Bailey
Edición: Pembroke J. Herring
Dirección de arte: Peter Landsdown Smith
Con: Bill Murray, Andie MacDowell, Chris Elliot, Stephen Tobolowsky, Brian Doyle-Murray y Marita Geraghty, entre otros.
Género: Comedia, Drama, Fantasía.
País: EEUU
Año: 1993
Duración: 101 minutos





martes, 8 de marzo de 2016

Adiós, Madrid, de Paco Ignacio Taibo II





Adiós, Madrid
de Paco Ignacio Taibo II

Jesús Guerra

Era inevitable (afortunadamente). Héctor Belascoarán-Shayne, el detective tuerto y cojo, hijo de vasco e irlandesa y más mexicano que el mole verde, cabalga (es metáfora y lugar común, más bien viaja en avión) de nuevo.* Su trabajo lo lleva ahora, otra vez, fuera de la Ciudad de México, población con la que tiene una relación de amor/odio tendiente más hacia lo primero, sólo comparable a la que Woody Allen tiene con Nueva York. Y Belascoarán fuera del DF no es del todo él en cuanto a fuerza, pero es más él que nunca debido al poder evocador de la nostalgia (recordemos, por ejemplo, Sueños de frontera, en la que tampoco trabaja en la capital del país, sino que se avienta un extenso recorrido por la frontera norte, con la que choca, a la que intenta conocer y, finalmente, a la que inventa, como todo verdadero viajero).

Pero en ésta, la novena novela de la saga de Belascoarán, el detective no sólo está fuera de la capital sino de país mismo, y para colmo se encuentra en el país de su padre, en donde éste se casó con su madre, pianista irlandesa, y de la que guarda una serie de recuerdos prestados.
 
Edición francesa

A Héctor lo llama un amigo llamado Justo Vasco (nombre interesante por las resonancias que puede tener en nosotros y/o en el propio detective con relación a su propio padre, ¿verdad?) que es Subdirector Técnico del Museo Nacional de Antropología y lo contrata para que vaya a Madrid a dar un recado. El mensaje tiene que ser dado en persona (porque así es más impresionante, sobre todo si el mensajero es un detective, es mexicano y es tuerto) a una mujer identificada sólo como La Viuda Negra, una especie de exprofesional, ya que Belascoarán la identifica como «examante, exjoven, exalgo». Es una mujer que fue la amante de un expresidente, la cual se supone salió del país envuelta en el escándalo y en mucho dinero. Se supone también que entre las cosas que su examante le regaló se encontraba un objeto de arte prehispánico, una cosa denominada «el Pectoral de Moctezuma», de oro, que la susodicha, según fuentes bien informadas, intenta venderle a un comprador privado español Entre las posibles secuelas del escándalo —ya que Justo Vasco se encuentra a punto de hablar ante la prensa internacional— está el hecho de que el pectoral de Moctezuma, exhibido en el Museo de Antropología, es falso.

Belascoarán duda enormemente para decidir emprender el viaje. Le gusta la idea de ir a Madrid (con los gastos pagados, además), pero no quiere, casi diría que no puede, dejar el DF Para colmo, acaba de comenzar con unas clases de merengue (de baile, claro está) que lo traen medio loco, ya que parecen tener un efecto benéfico sobre su habitual melancolía.




Lo que le permite decidirse por el viaje es el hecho de que Madrid está próxima (más que el DF, claro) de Lisboa, ciudad en la que, parece ser, se encuentra «la muchacha de la cola de caballo». Pero esa es sólo una de sus fantasías, al igual que el resto de la lista que apunta en un papel porque ya comienza a desconfiar de su memoria; al llegar a Madrid quiere: «Ir a visitar la sierra, un lugar llamado San Rafael, donde pelearon las Brigadas Internacionales, y allí, en particular, un viejo almacén de granos donde dio un concierto su madre; comer tortilla de patata con almejas en una taberna llamada La Ancha y pasar a la cuesta de Moyano a conseguir todas las novelas viejas de Phillip K. Dick y Phillip José Farmer; ir a escuchar un concierto de Joaquín Sabina y otro de Joan Manuel Serrat; ir a ver un partido del Real Madrid para gritar en contra de los merengues ahora que habían corrido a Hugo Sánchez» (pp. 26 y 27). Entre las cosas que descubre está el hecho de que «nada era como antes».

Adiós, Madrid es quizá una de las menos policiacas de las novelas policiacas de Belascoarán, y de las novelas policiacas, a secas. Lo cual, por supuesto, no es un defecto (como tampoco lo sería el decir de una obra, que está centrada casi exclusivamente en lo policiaco), es sólo una característica. Hay poca violencia, y los únicos golpeados son unos tipos que no tienen nada que ver con el caso investigado, son unos pobres punketos que tienen la mala fortuna de asaltar a Belascoarán mientras éste, irritado, comprueba que Madrid es otra cosa diferente a la que se imaginaba.




Es una novela en la que no hay mucho que descubrir —en el papel de policía—, ya que en teoría se le contrató únicamente para dar un recado de viva voz, aunque luego las cosas se compliquen —cual deben— y termina ayudando a Justo Vasco, aún sin entender del todo, hasta el final, por dónde va la cosa del dichoso pectoral de Moctezuma.

Adiós, Madrid es una novela en la que Belascoarán investiga más bien el lugar —ahora con un ambiente completamente diferente— en el que se desarrolló la juventud de sus padres y en el que investiga, por tanto, una parte de su propio pasado.

Como es una costumbre, el humor es un elemento clave en la novela, al igual que los personajes bonachones que se cruzan en el camino de Héctor, como el conserje nocturno del hotel en el que se está hospedando el protagonista, o el director del Museo América, de Madrid, llamado Silverio Cañada, amante del tequila. Y del bueno, porque si Belascoarán es un erudito en cuestiones relativas a cigarrillos fuertes, Silverio Cañada lo es en tequilas.

Cuando Belascoarán se presenta por primera vez ante el señor Cañada, amigo de Justo Vasco, el director del museo dice: «¿Tequila? Porque recibí un fax del Museo de Antropología de México diciendo que el intercambio de información estaba alcohólicamente condicionado.

«Héctor sacó dos botellas de Cuervo compradas en el Corte Inglés, porque la mexicanidad se había vuelto internacional…

«—Cuervo Añejo. Na’, ni en broma. Si éste lo compra uno en el Corte Inglés. Si fuera un Hornitos Reposado, un Siete Leguas, un Orendáin Blanco o un Viuda de Romero Extra Añejo, entonces esto podría llamarse una conversación».

En cuanto a lo que se supone es el eje central de esta novela sólo diré que al final Belascoarán —y, por ende, el lector— termina por entender cómo estaba el asunto.
Efectivamente, como el propio Paco Ignacio Taibo II lo reconoce en la nota introductoria, la novela es excesivamente corta y tal vez le hizo falta una segunda trama que complicara las cosas. Paco Ignacio confiesa que incluso dudó en entregársela a su editor pero que finalmente se dijo lo que siempre se dice, que «las novelas tienen la longitud que quieren tener». Y dice también: «Que decidan los que la van a leer si me equivoqué. En esas estaba (decidiendo), discutiendo con amigos y lectores, percibí en ellos la misma extraña sensación que me andaba rondando: que las historias de Belascoarán se estaban agotando, que quizá fuera hora de darle unas nuevas vacaciones».




Yo creo que las historias de Belascoarán no se están agotando, ya que tiene todos los problemas del país —que son muchos— para que su detective se inmiscuya, y además el tono de sus obras es la adecuada para tratar cuestiones tan deprimentes como las broncas de México: tristón y amable, su detective fumador y bebedor de refrescos, amante nostálgico de una mujer viajera, habitante lúcido y soñador del monstruoso D.F., cojo y tuerto, cuarentón y aprendiz de merengue, es, más que un pesimista, un optimista informado. No es un nihilista porque es soñador —o lo era en su juventud— pero sí es un postmoderno desencantado que no sabe dónde abandonar sus ilusiones. Belascoarán está mejor que nunca, ahora que física y moralmente está tan malo, el pobre. Es Paco Ignacio Taibo II quien ha ido simplificando, adelgazando el cuerpo de la obra, sin que ello signifique que ha simplificado la estructura.

La pregunta sería si Adiós, Madrid es una novela corta o un cuento largo. Stephen King dice, por ejemplo, que son cortas sus cuatro novelas editadas juntas bajo el título Cuatro después de la medianoche y sin embargo tienen, respectivamente, 221, 133, 195 y 158 páginas, de letra pequeña y en páginas de formato amplio. Adiós, Madrid, en ese mismo formato, no pasaría de unas 50 páginas…

Pero bueno, si sus novelas belascoaranianas se simplifican, se adelgazan o se agotan, es tema para otro texto. De momento, alegrémonos de que existe el noveno capítulo de la vida de uno de los personajes más entrañables de la literatura mexicana: Héctor Belascoarán-Shayne.

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Serie Belascoarán Shayne:

  • Días de combate (1976)
  • Cosa fácil (1977)
  • No habrá final feliz (1981)
  • Algunas nubes (1985)
  • Regreso a la misma ciudad y bajo la lluvia (1989)
  • Amorosos fantasmas (1989)
  • Sueños de frontera (1990)
  • Desvanecidos difuntos (1991)
  • Adiós, Madrid (1993)


Hay diversas ediciones de las novelas. La editorial Planeta publicó en 2010 las nueve novelas en un solo volumen llamado Todo Belascoarán

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* Esta reseña fue escrita (y publicada en un medio impreso de Coahuila) aproximadamente en 1993, en el año en que fue publicada la novela.

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Adiós Madrid. Paco Ignacio Taibo II. Promexa. México, febrero de 1993. 138 págs. (Esta es la edición reseñada, la que se encuentra ahora es la de la editorial Joaquín Mortiz/Planeta.)


jueves, 3 de marzo de 2016

La chica danesa, de Tom Hooper






La chica danesa
(The Danish Girl, Inglaterra, EEUU, Bélgica, Dinamarca, Alemania, 2015)
de Tom Hooper

Jesús Guerra

Son los años 20 del siglo pasado. En Copenhague vive una pareja de pintores. Él, Einar Wagener (Eddie Redmayne), es paisajista y disfruta de un cierto éxito. Ella, Gerda Wagener, es retratista y su trabajo es aún rechazado por los comerciantes de arte locales. Tienen seis años casados. Se llevan bien, se quieren, se desean. Un día, Gerda le pide a su marido que la ayude con un cuadro, le pide que se ponga unas medias y unos zapatos de bailarina pues su modelo no ha llegado. Él accede y, aunque apenado incluso ante sí mismo, se da cuenta que la experiencia le gusta. Que Einar se vista de mujer se convierte en un juego para la pareja. Es la propia Gerda quien convence a Einar de acompañarla a una fiesta, vestido así. En la fiesta Einar, que se hace llamar Lili —a instancias de Ulla (Amber Heard), una amiga de la pareja y la modelo a quien sustituyó Einar para el cuadro— conoce a un hombre que está evidentemente interesado en Lili: Henrik (Ben Whishaw).




Las cosas comienzan a complicarse para la pareja. Van a París. Encuentran a un hombre que fue muy importante en la adolescencia de Einar, Hans (Matthias Schoenaerts). Einar en realidad ha ido desapareciendo y Lili permanece. Gerda extraña a su marido. Lo que comenzó como un juego de pareja ahora los separa en aspectos fundamentales, aunque los mantiene juntos en otros. Sentimentalmente siguen unidos, pero como Lili es una mujer en un cuerpo de hombre, desea un hombre también. Se dan cuenta que ya no hay regreso. La situación atormenta a Lili-Einar así que buscan ayuda médica, pero los médicos, incluidos los psiquiatras, no sólo no tienen los conocimientos necesarios, sino que están dominados más por las «buenas costumbres» que por la ciencia o por la conciencia del bienestar de sus pacientes. Hasta que encuentran al médico ideal...




La cinta es preciosa, la fotografía, la iluminación, los decorados y el vestuario son estupendos (la cinta estuvo nominada para Mejor Dirección de Arte y para Mejor Vestuario). Las actuaciones son muy buenas, tanto que Eddie Redmayne estuvo nominado para Mejor Actor, y Alicia Vikander se llevó el Oscar a Mejor Actriz de Reparto (aunque hay que mencionar que en este rubro los productores o quienes llevan a cabo esto de las nominaciones, hicieron una especie de trampa: nominaron a Vikander como Mejor Actriz de Reparto pues en ese renglón tenía más posibilidades de ganar, como sucedió, y no en el renglón que le correspondía: Mejor Actriz. Al parecer ella tiene incluso más tiempo en pantalla que Eddie Redmayne en la película, ¿cómo que actriz de reparto?). Ella interpreta a una mujer moderna, sensible pero fuerte e inteligente, que acompaña a su marido hasta el final de un viaje que la mayor parte de la gente ni siquiera emprendería. Pero el papel de Eddie Redmayne es de una complejidad enorme. Confusión, sutileza, aprendizaje, frustración, placer, humillación, orgullo, masculinidad, feminidad... todo parece estar ahí. Por momentos su interpretación funciona de maravilla, en otros no tanto, pero su trabajo es dificilísimo y el resultado es impresionante.




El guión y la dirección, aunque están bien en términos generales, son menos impresionantes. Ninguno de los dos trabajos recibió nominación en los premios de la Academia. A mí lo que no me gusta es la idea que está detrás del guión, es decir la idea de la novela de David Ebershoff, y digo la idea pues no la he leído. ¿O los cambios están en la adaptación cinematográfica? Mi pregunta es: ¿por qué basarse en una historia real para cambiarla? Pudo haberse basado en la historia de estos personajes, pero pudo haberlo transformado todo, incluidos los nombres. ¿Para qué hacer pasar esta obra como una biografía si en realidad no lo es? Porque lo cierto es que, si bien el inicio de la historia es cercano a la realidad, de la mitad de la película en adelante ya no tiene nada que ver con lo que ocurrió realmente.




En la realidad, para cuando operaron a Einar, la pareja ya no estaba casada. Se llevaban bien y se escribían, pero ya no eran una pareja. Gerda, que para entonces estaba casada con un italiano adinerado, se enteró de la muerte de Lili semanas o meses después. ¿Por qué crear esta historia de amor clásica que lo único que logra, finalmente, es convertirla en una historia romántica casi convencional? ¿Para hacerla digerible para las mayorías, incapaces de enfrentar temáticas LGBT? Eso implica una incapacidad o renuencia del propio novelista para tratar el tema y la historia, una historia terrible en sí misma —incluso en nuestros días en que estas operaciones pueden realizarse exitosamente—, debido al rechazo de familiares y amigos de personas transexuales. No había necesidad de transformarla en una historia rosa.




Además, algo sucede con esta cinta (sólo la he visto una vez y de momento soy incapaz de explicar qué es) que terminó convertida en una obra plana y lejana, que deja fríos a los espectadores. Lamentablemente es una obra recordable sólo por el tema. Es decir que la convirtieron en una historia rosa y fallida. (Por supuesto, la cinta fue prohibida en diversos países musulmanes porque la consideran «depravada».)




Tom Hooper (nacido el primero de octubre de 1972 en Londres) ha dirigido diversos episodios de miniseries de televisión, como Byker Grove (1997), Cold Feet (1999), EastEnders (1998-2000), Love in a Cold Climate (2001), Daniel Deronda (2002), Prime Suspect 6: The Last Witness (2003), Elizabeth I (2005) y John Adams (2008); ha realizado también cortos, y las siguientes películas: Red Dust (2004), Longford (para TV, 2006), The Damned United (2009), la estupenda The King's Speech (El discurso del rey, 2010, por la que se ganó el Oscar a Mejor Director), Les Misérables (2012) y la que ahora comentamos, The Danish Girl.  

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La chica danesa (The Danish Girl).
Dirección: Tom Hooper
Guión: Lucinda Coxon, basado en la novela de David Ebershoff.
Fotografía: Danny Cohen.
Edición: Melanie Oliver.
Diseño de producción: Eve Stewart.
Vestuario: Paco Delgado.
Música: Alexandre Desplat.
Con: Eddie Redmayne, Alicia Vikander, Amber Heard, Matthias Schoenaerts y Ben Whishaw, entre otros.
Género: Biografía / Drama / Romance.
País: Inglaterra, EEUU, Bélgica, Dinamarca, Alemania.
Año: 2015.

Duración: 119 minutos.