Al
mejor postor
de
Giuseppe Tornatore
Jesús Guerra
El
realizador italiano Giuseppe Tornatore, conocidísimo por Cinema Paradiso (1988), cinta que ganó el Oscar a mejor película en
lengua extranjera, no tiene una obra muy extensa, y parte de ella está
compuesta por cortos y documentales para la televisión italiana, así que es muy
difícil de conseguir. Sus películas de ficción, comercializadas a nivel
internacional, se reducen a nueve títulos. Y yo, lo confieso, no los he visto
todos, sin embargo, los filmes de Tornatore que he visto me gustan.
Me
gustan en particular Cinema Paradiso,
Todos estamos bien (1990, con
Marcello Mastroianni; rehecha en 2009 en Hollywood, bajo la dirección de Kirk
Jones, con Robert De Niro), La leyenda de
1900 (1998, con Tim Roth, basada en un monólogo teatral de Alessandro
Baricco), Malena (2000) y Al mejor postor (o La mejor oferta, 2013).
Al mejor postor no
ha sido bien tratada por la crítica internacional. Mientras que todo el mundo
recuerda Cinema Paradiso como el
punto máximo de la carrera de Tornatore, una cinta que conquistó a los
espectadores del planeta hace más de un cuarto de siglo, ahora atacan al
cineasta italiano diciendo que no ha sido capaz de hacer de nuevo una obra a la
altura del filme amado por todos. Eso me parece injusto porque Cinema Paradiso, además por supuesto de
estar espléndidamente bien hecha y bien escrita, es una obra en homenaje al
cine mismo, lo cual, de alguna manera, pone en desventaja al resto de sus
películas, y en su momento a muchas otras películas de otros realizadores.
A
diferencia de Cinema Paradiso (que es
una cinta italiana filmada en italiano, con actores italianos y franceses; que
cuenta una historia provinciana, nostálgica y sentimental en la que gran parte
de los espectadores adultos pueden verse reflejados por la relación entre la
infancia, la juventud, el amor y el cine), Al
mejor postor es una cinta italiana hablada en inglés, con actores de
Hollywood de diversos orígenes (Geoffrey Rush, australiano; Donald Sutherland,
canadiense; Jim Sturgess, inglés; y Sylvia Hoeks, holandesa), ubicada en algún
país y en alguna ciudad europeos nunca mencionados (aunque reconocemos que se
trata de Italia, no sabemos en dónde, y para lograr esta confusión la cinta se
filmó en exteriores de diferentes ciudades), con una trama que si bien de
manera esencial puede suceder en cualquier parte y en cualquier medio, con las
características de esta historia específica sólo puede suceder en los círculos
cultos, de amantes y coleccionistas del arte y las antigüedades, y por lo tanto
adinerados del primer mundo.
Virgil
Oldman (Geoffrey Rush) es un respetado y temido experto en arte y antigüedades
que dirige su propia empresa de subastas. Es rígido, duro, frío y hasta
elegantemente grosero con su personal. Es rico y solitario. Usa guantes para
toda ocasión, le teme a cualquier tipo de contaminación.
Es también un tipo que comete elegantes fraudes: en algunas ocasiones hace
pasar obras valiosas por obras menores que termina adquiriendo, en apariencia,
Billy Whistler (Donald Sutherland), para luego entregárselas a Virgil. Obras
que pasan a una cámara secreta a engrosar la colección de Virgil; a esta cámara
él entra por las noches, con una copa de vino, para admirarlas. Su colección,
lo vemos mientras Virgil las admira embelesado, está compuesta casi
completamente por retratos de mujeres. Este dato es importante porque Virgil,
un hombre de más de sesenta años, nunca ha tenido una relación sentimental.
Virgil en realidad le teme a las mujeres, a las que admira mejor convertidas en
obras de arte.
Una
mañana recibe en su oficina una llamada de una tal señorita Claire Ibbetson,
quien le pide que valore la colección de antigüedades heredadas de sus padres.
La condición es que la valoración la realice personalmente. Virgil va a la
mansión señalada, que resulta elegante pero en un estado lamentable. Sin
embargo Claire no aparece en la primera cita. Virgil está furioso pero hay algo
en la voz y en el discurso telefónico de Claire que lo hace ir a la segunda
cita, en la que Claire tampoco aparece, aunque ahora se encuentra presente el
portero. Finalmente queda claro que los motivos de Claire para no presentarse
no son los pretextos que le da por teléfono, sino que ella vive en la mansión,
en un cuarto secreto, porque no puede salir… padece una agorafobia rabiosa
mezclada con una suerte de timidez extrema. Las conversaciones de Claire y
Virgil pasan del teléfono a pláticas con un muro de por medio. Y pasan del tema
del trabajo de tasación a lo personal. Virgil se obsesiona con la joven, quiere
verla, quiere ayudarla a superar su trastorno.
Por
otra parte está la relación de Virgil con un muchacho llamado Robert (Jim
Sturgess), capaz de arreglar cualquier mecanismo descompuesto que le pongan
enfrente. Virgil, en los momentos en los que se encuentra en la mansión de
Claire, va encontrando, poco a poco, fragmentos de una maquinaria desconocida.
Se trata de pedazos pequeños, con resortes y engranes. Y Virgil se los lleva a
Robert, quien descubre que esa maquinaria podría formar parte de un autómata,
tema del que Virgil, experto en antigüedades, es un conocedor. Así que Robert
se da a la tarea de ir armando esa especie de rompecabezas tridimensional,
mientras Virgil le habla de su propio estado emocional con respecto a la
misteriosa Claire. Y Robert, que es un muchacho guapo que cambia de novia con
frecuencia, le da consejos.
Virgil
se las ingenia un día para ver a Claire y, por supuesto, se enamora. Y ese amor
inesperado y a destiempo tiene intensas repercusiones en la vida de Virgil, por
decir lo menos. Al mejor postor es
interesante, emocionante, misteriosa, y está espléndidamente bien hecha en
todos los aspectos. Los dos actores más jóvenes están bien en sus papeles,
Donald Sutherland interpreta un personaje importante pero de poco tiempo de
pantalla y, como siempre, su sola presencia es intensa; y Geoffrey Rush está
sensacional. Sobre sus hombros descansa toda la película. El arco de su
personaje es completo, es decir, Virgil cambia radicalmente del inicio al final
de la obra, pero esa transformación es, lógicamente, paulatina, y Rush, que sin
ser histriónico es sumamente expresivo,
pero de una impresionante expresividad contenida o discreta, nos muestra esa
paulatina metamorfosis. Por supuesto, el resto de los elementos están a la
altura: la fotografía, la ambientación, los decorados, la música. Es un filme
elegante y misterioso, sumamente disfrutable.
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Al mejor postor (o La mejor oferta [The Best Offer], 2013). Guión
y dirección: Giuseppe Tornatore. Con:
Geoffrey Rush, Donald Sutherland, Jim Sturgess, y Sylvia Hoeks en los papeles
principales. País productor: Italia.
En inglés. 131 minutos.
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