La bella y la bestia
(La belle et la bête, Francia y Alemania, 2014)
de Christophe Gans
Jesús Guerra
Un rico comerciante (André Dussollier), viudo y padre de
tres hijos y tres hijas (adolescentes y jóvenes), descubre un día que está
arruinado debido a que sus buques, con las bodegas llenas de mercancías, se han
hundido, y decide irse a vivir al campo con su familia. Cuando llevan unos
meses ahí, exiliados para no enfrentar la humillación de su nueva situación,
recibe la noticia de que uno de sus barcos ha sido encontrado y llevado al
puerto, con todas las mercancías en bodega. El hombre viaja al puerto, creyendo
que esto lo ha salvado de la ruina, pero antes sus dos hijas mayores, vanidosas
y superficiales, le entregan una lista de vestidos, joyas y perfumes que
necesitan para su regreso a la sociedad. Su hija menor, Bella (Léa Seydoux), la
preferida de su padre, que es todo lo contrario de sus hermanas (buena,
humilde, trabajadora, etc.) sólo le pide una rosa.
El comerciante viaja con su hijo mayor pero en el puerto
se encuentra con que en realidad ese barco y su mercancía ya no le pertenecen
(aunque esta situación no es explicada). El hijo mayor, avergonzado de la
situación del padre, se va solo por la ciudad y por la noche el padre lo busca
en una de las tabernas que sabe que frecuentaba. No encuentra a su hijo pero se
topa con un tipo llamado Perducas (encarnado por el actor español Eduardo
Noriega), acompañado de varios rufianes, que le dice al mercader que su hijo le
debe mucho dinero y que ahora él (el padre) tendrá que responder. El tabernero
salva al comerciante y éste emprende el regreso solo, en la oscuridad de la noche,
en plena nevada. En un momento dado, el hombre ve una luz en la oscuridad, se
acerca y llega a un castillo enorme que tiene la puerta abierta. Entra y
encuentra comida, joyas y vestidos, todo lo que sus hijas habían puesto en su
lista, y más. El hombre carga con todo pero al salir se da cuenta que le falta
la rosa, así que cuando encuentra una, la arranca, y en ese momento cae sobre
él una enorme bestia (lujosamente vestida) que le habla y le dice que por no
haberle bastado con sus regalos y haberse atrevido a cortar su rosa preferida,
tendrá que pagar con su vida. El hombre dice que la cortó para su hija, a la
que quiere volver a ver, y la bestia se lo permite, con la condición de que
regrese al día siguiente, y de no hacerlo, la bestia matará a toda la familia
del mercader.
El hombre narra lo acontecido a sus hijos, y a la mañana
siguiente Bella se sube al caballo, le dice las palabras mágicas que la bestia
le había dicho al comerciante, para que el caballo la lleve hasta el castillo
de la bestia. Todo esto que he contado es para ayudarlos a recordar la historia
tradicional de La bella y la bestia,
pues en términos generales la sigue, aunque con muchos pequeños cambios y
algunos más significativos. Sin embargo estos cambios son en relación al cuento
más conocido, el de la escritora francesa Jeanne-Marie Leprince de Beaumont
(1711-1780), publicado en 1756, pero este relato es una versión abreviada de
una novela publicada en 1740 por otra escritora francesa, Gabrielle-Suzanne
Barbot de Villeneuve; y ésa a su vez, quizá esté basada en una obra italiana de
1550... y así podemos irnos hacia atrás hasta llegar a una historia del escritor
romano Apuleyo. ¡Hay tantas versiones! Y en nuestro tiempo tenemos las
adaptaciones al teatro, por lo menos ocho versiones fílmicas, una serie de
televisión, una ópera, y luego tenemos todas las versiones de las obras que a
su vez son variantes de La bella y la
bestia, como El fantasma de la ópera
y Nuestra Señora de París. Sin
embargo, como he apuntado, a pesar de que a estas alturas casi cualquier cambio
sería posible, la versión cinematográfica que ahora comentamos, escrita por
Sandra Vo-Anh y Christophe Gans, y dirigida por este último, dentro de lo que
cabe sigue el cuento más conocido, el de Beaumont.
Esta cinta —que dicho sea de paso nos
llega con un año de retraso (se estrenó en Francia el 12 de febrero de 2014 y
en México el 23 de enero de 2015)— ha sido recibida de maneras radicalmente
opuestas, hay espectadores a los que les parece una de las películas más bellas
que han visto, y hay críticos que han dicho que el realizador demuestra con
esta cinta que no sabe hacer cine. Lo que a unos les ha parecido maravilloso a
otros les ha parecido el colmo del kitsch. Esto pasa muy seguido en todos los
ámbitos del arte, pero me ha llamado mucho la atención las percepciones tan
opuestas que ha generado esta cinta. Lo más probable, por supuesto, es que una
visión más centrada sea la más correcta. Sin embargo, hay que apuntar que, por
lo menos en Saltillo, tenemos la desgracia de que la única versión disponible
en las diversas salas y funciones es la doblada, así que nos perdemos de una
buena parte de las actuaciones originales, y el doblaje de esta cinta, aunque
no es malo, no deja de ser ajeno a la obra original.
A mí la cinta, en términos generales, me gusta, lo apunto
de una vez. ¿Hay algunas cosas que no me gustan del todo? Sí, claro. Me parece
bastante desperdiciado el talento de Vincent Cassel, quien interpreta a la
bestia y al príncipe. Mucho más desperdiciado aún está André Dussollier, por el
papel tan breve que le ha tocado (el padre de Bella). Del resto de los actores,
que en su mayoría interpretan papeles muy breves, sobresale Eduardo Noriega.
Aparte se encuentra, claro está, Léa Seydoux (Bella), pues casi todo el peso
dramático de la cinta recae sobre sus espaldas, y a pesar de eso su trabajo es
bastante bueno y discreto. Esto mismo ha causado polémicas. Para algunos ella
es lo único bueno que tiene este filme, para otros ella debió esforzarse más.
Es una cuestión de estilo... y de gustos. Es posible, sí, que las interacciones
dramáticas entre los personajes sea la parte más floja de la cinta (aunque tampoco
se trata de una situación extrema); es posible también que la interacción entre
Bella y la bestia esté un tanto apresurada, sin embargo a mí me pareció muy
buena la escena en la que bailan, y dicha escena bien podría ser la metáfora de
una relación mucho más larga.
Sin embargo, visualmente, la cinta me ha parecido
impresionante, y los efectos especiales son, para mí, adecuados. Con dos
excepciones: la escena climática, en donde crecen unas amenazantes ramas que no
tienen la calidad del resto de los efectos, y esos extraños animalejos que
viven en el castillo, que si bien son bastante simpáticos resultan finalmente
inútiles; además, creo que son como un esfuerzo por continuar la idea de una
cinta infantil, y en realidad no lo es, por mágica y fantástica que sea. Me da
la impresión de que a los niños esta cinta les aburre, pero eso se debe a que
no es para ellos, a diferencia de la película de Disney (que hace años que vi y
casi no recuerdo), pero que está llena de detalles ajenos en sí mismos a la
historia central, los cuales sirven para distraer a los niños. Sí hay, pues, un
esfuerzo del director por agregarle elementos infantiles a la cinta, pero me
parece que funcionan bien (las luces danzarinas del aire y del agua, por
ejemplo, y los animalejos simpáticos), no estorban. En cambio, esa suerte de
espejo acuático que sirve para que Bella y los espectadores conozcamos la
historia del príncipe y cómo llegó a convertirse en una bestia, y esas
transiciones que nos muestran que la historia de Bella y la bestia es como una
historia repetida e invertida me parece espectacular y funcional. Y están esos
gigantes de tierra, igualmente espectaculares, aunque inexplicados. El final me
gusta también, y mucho, y no es tan claro como se puede creer a simple vista.
Hay una ambigüedad interesantísima ahí que lo hace sumamente interesante.
. . . . . . . . . . . . . . .
La bella y la bestia. (La belle et la bête,
2014.) Dirección: Christophe Gans. Guión: Sandra Vo-Anh y Christophe Gans. Fotografía:
Christophe Beaucarne. Música: Pierre Adenot. Diseño de producción: Thierry
Flamand. Con: Vincent Cassel, Léa Seydoux, André Dussollier y Eduardo Noriega,
entre otros. Duración: 112 minutos.
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