Mad Max: Furia en el camino
(Mad Max: Fury Road, Australia, Estados Unidos,
2015)
de George Miller
Jesús Guerra
En 1979 y 1981 las dos primeras películas de Mad Max
fueron, de alguna manera, aterradoras. Fueron éxitos de taquilla y, sobre todo,
ejercieron una enorme influencia en el cine y en la cultura pop del planeta.
Mostraron una visión enloquecida del futuro que nos provocó miedo y, por lo
tanto, nos fascinó. Desde el punto de vista cinematográfico fueron innovadoras,
muy entretenidas, estéticamente arriesgadas y delirantes en contenido. Eran,
además, el paso lógico siguiente, y extremo, a Naranja mecánica (A
Clockwork Orange, Stanley Kubrick, 1971) y a otras cintas de bandas
urbanas, como The Warriors (Walter Hill, 1979). En 1985, la tercera
cinta de la serie, Mad Max Beyond Thunderdome, mostraba la decadencia de
la saga. Los espectadores ya nos habíamos acostumbrado. Ya sabíamos qué
esperar.
Treinta años después de la tercera cinta, George Miller,
el mismo realizador de las tres anteriores y creador de los personajes, nos
trae de regreso ese universo enloquecido de la humanidad postapocalíptica, y
logra de nuevo lo que hizo en 1979 y 1981: asustarnos y fascinarnos.
Pero Mad Max: Furia en el camino, aunque de hecho
es Mad Max 4, debido al tiempo que ha pasado entre las primeras tres obras y
ésta, debido a los cambios de estilo, a los avances técnicos de la
cinematografía, a los cambios en los espectadores mismos, es una obra que en
realidad está fuera de la secuencia temporal de las primeras tres: no es una
continuación de la tercera, ni es tampoco un remake de la primera, es más bien un replanteamiento de la serie y
del personaje mismo.
Curiosamente, aunque técnicamente es la más compleja de
las cuatro, desde la perspectiva argumental es la más sencilla de todas: es una
larga persecución en todo tipo de automóviles a través del desierto por parte
de los villanos a los buenos para recobrar unas mujeres. Básicamente es eso.
Por supuesto el asunto central es un tanto más complicado. Gracias a una
excelente narración visual, George Miller nos permite entender la cinta con un
mínimo de diálogos.
Mad Max (Tom Hardy reemplazando por primera vez a Mel
Gibson en este papel de Max Rockatansky), un expolicía australiano, quien no
pudo proteger a su hija de la muerte y es acosado por este recuerdo y esta
culpabilidad, es perseguido por una de las bandas más poderosas de la región.
Es atrapado y llevado a la Ciudadela, en donde gobierna con mano dura y
dándoselas de dios Immortan Joe (Hugh Keays-Byrne, quien también apareció en la
primera película de Mad Max). Max es golpeado y tatuado. Se le clasifica como donador universal de sangre (eso lo
convierte en una bolsa de sangre) y
se le encierra en una jaula.
Immortan Joe (que seguramente quiere decir 'Joe el Inmortal'
pero con el adjetivo mal escrito y mal pronunciado, pues en este mundo todo
está en ruinas, incluido el lenguaje y los seres humanos) se asume como un dios
y le promete a su gente sacarla de las cenizas y llevarla con él a las puertas
de Valhalla. Para controlar a la muchedumbre, controla todo lo demás,
comenzando por el agua. Cuando quiere, abre unas compuertas que dejan caer el
agua, como cascadas, sobre la gente, la cual logra recoger unas cuantas gotas
en vasijas inmundas, y les advierte que no se vuelvan adictos al agua pues la
van a necesitar cuando escasee. Dentro de lo que sería el cuartel de Immortan
Joe (en lo alto de una montaña cavernosa), están sus guerreros (jóvenes rapados
y pintados de blanco, completamente fanatizados), sus esclavos, sus mujeres
(las procreadoras), sus huertos
colgantes, su establo de mujeres embarazadas a las que algunos de sus hombres
extraen leche que puede servir de alimento a cualquiera (leche de las madres) —esto es, a cualquiera a la que Immortan Joe
quiera proporcionárselo—, su armamento y sus automóviles.
Mientras Max permanece en una jaula colgante, se prepara
una expedición que se supone rutinaria: salir a robar gasolina (al pueblo de
gasolina) y municiones (al pueblo de municiones). La misión está a cargo de una
operadora de confianza, Imperator Furiosa (Charlize Theron), una mujer de
cabello cortísimo, aceite negro sobre la frente, y una mano izquierda mecánica.
Furiosa maneja el enorme tráiler que debería regresar lleno de gasolina, y es
acompañada por una escolta de varios autos y algunos guerreros. Sin embargo,
cuando apenas han recorrido una parte del trayecto, Furiosa se sale del camino
y toma el desierto hacia el este. Sus hombres creen que ella tiene sus órdenes
secretas. Pero uno de los hombres de Immortan Joe, un enano deforme que está
siempre en una especie de hamaca, se da cuenta, mirando por un telescopio, que
Furiosa se ha salido de la ruta. Immortan Joe va a revisar unas de sus más
valiosas posesiones, las jóvenes procreadoras que mantiene encerradas, pues
necesita un heredero sano, y se percata de que no están. Nos damos cuenta,
entonces, que las cinco guapas jóvenes van escondidas en el tráiler de Furiosa,
y comprendemos su misión secreta. Immortan Joe da la orden de perseguir a
Furiosa con todo su pequeño pero aterrador ejército.
Así, toda la película, con excepción de tres muy breves
momentos de tranquilidad, es una larga persecución, con escenas de batallas, siempre
en movimiento. Pero ¡qué persecución!, ¡qué batallas! y ¡qué movimiento!
¿Y dónde quedó Max? Bueno, es que en realidad la película
apenas comienza. Uno de los guerreros que se sube a uno de los autos que son
como pequeños tanques de guerra, es Nux (un espléndido Nicholas Hoult), uno de
los fanáticos enloquecidos que cree que si muere en batalla se irá al cielo,
pero Nux es de los medio vivos que
requiere transfusiones de sangre y lo tenían conectado a la bolsa-de-sangre llamada
Max antes de decidir subirse al auto para perseguir a Furiosa. Y así como
nosotros diríamos “llévate el suero al baño” a un amigo en un hospital, Nux
decide amarrar a Max al frente de su auto para que la transfusión siga mientras
él realiza su trabajo. De aquí que, en algún momento, Max y Furiosa terminan
juntos en el tráiler que lleva a las mujeres del dictador a su liberación.
La coreografía de los ataques, en autos, en motos, en tráiler,
en grúas, con hombres moviéndose como moscas sobre los carros en movimiento, y
saltando de unos a otros, es asombrosa. Uno no puede dejar de pensar, en
algunas secuencias particularmente complejas, tanto en los acróbatas como en la
particular estética del Cirque du Soleil. Pero en este caso se trataría de los
artistas del Cirque du Soleil haciendo sus acrobacias entre dos tráilers que
corren paralelos a 150 kilómetros por hora en el desierto. ¡Wow! Agreguemos que
esta banda de primitivos psicóticos lleva su propia música en vivo para darse
ánimos y para aterrorizar al enemigo: un camión con cuatro enormes tambores y
sus cuatro intérpretes, más una verdadera pared de bocinas y un músico demente
con su guitarra eléctrica, que además es lanzallamas... espeluznante, absurdo y
magnífico.
Se supone que el personaje central es Mad Max, pero la
verdad es que ha sido Imperator Furiosa quien ha conquistado el corazón
cinéfilo de los críticos de cine en todas partes. Y ya se menciona que estos
dos personajes estarán juntos de nuevo en la siguiente cinta de esta nueva
serie. Pero no sólo ella, también han llamado mucho la atención los demás
personajes femeninos de esta obra, las procreadoras y la banda de mujeres del
este. En efecto, son particularmente interesantes los apuntes feministas
antimachistas, antifanáticos y religiosos (y sobre la manipulación religiosa)
de esta cinta, que pudo haberse conformado con la pura acción y, para nuestra
fortuna, no lo hizo.
. . . . . . . . . .
Mad Max: Furia en el camino (Mad Max: Fury Road). Dirección: George
Miller. Guión: George Miller, Brendan McCarthy y Nick Lathouris. Fotografía: John Seale. Música: Junkie
XL. Diseño de producción: Colin Gibson. Edición: Jason Ballantine
y Margaret Sixel. Vestuario: Jenny Beavan. Con: Tom Hardy,
Charlize Theron, Nicholas Hoult, Hugh Keays-Byrne, Zoë Kravitz, Rosie
Huntington-Whiteley, Riley Keough, Abbey Lee y Courtney Eaton, entre muchos
otros. Países: Australia y Estados Unidos. 120 minutos.
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