lunes, 22 de agosto de 2016

Cazafantasmas, de Paul Feig





Cazafantasmas
(Ghostbusters, EEUU, 2016)
de Paul Feig

Jesús Guerra

Hace años que no veo la película original. Recuerdo que era caótica pero divertida. Recuerdo también que el concepto de fantasmas que manejaba esa obra, y su continuación, me pareció absurdo y detestable. Pero la cinta, en términos generales, era divertida. Además, contaba con el talento y el carisma de Dan Akroyd y de Bill Murray, y la ayuda de Harold Ramis, Rick Moranis, Annie Potts, Ernie Hudson y la imponente presencia de Sigourney Weaver. Algo significativo es que era una película de su tiempo. Ghostbusters era una simpática tontería ochentera.




Más de tres décadas después, el remake de Ghostbusters es anacrónico y completamente inútil. Tiene momentos divertidos, incluso muy divertidos, pero esporádicos, en el primer tercio de la cinta, es decir en el primer acto, durante la presentación de los personajes y del conflicto central. El hecho, eso sí, de que en este remake se haya invertido el género de los protagonistas es por lo menos interesante, y quizá importante (lo que quedó demostrado por una retrógrada polémica por parte de los fans «puristas» de la versión original en los Estados Unidos). Una vez hechas las presentaciones, la película comienza su no muy lento descenso. Hasta los fantasmas del primer acto son más interesantes, tanto conceptual como estéticamente, que los aparecidos en el resto del film.




Lo mejor de la nueva versión es, sin duda, la interpretación de las actrices que encarnan a los cuatro personajes principales: Kristen Wiig, Melissa McCarthy, Kate McKinnon y Leslie Jones. El personaje de Kevin, el secretario sexy-pero-tonto —la versión masculina de las bimbos— de la oficina de las cazafantasmas, es interesante, pero la interpretación del australiano Chris Hemsworth (Thor, The Avengers, Snow White and the Huntsman) es acartonada. Puede ser un problema de dirección, pues las cuatro actrices principales nunca se sueltan del todo tampoco. (Hay que reconocer que el diálogo en el que Chris Hemsworth habla sobre Mike Cat es muy simpático.)




Hay remakes en los que es importante que sean fieles a la versión original, hay otros en que es importante una adaptación más profunda. Cazafantasmas cambió algunos puntos, como el género de los protagonistas, pero debió cambiar más, comenzando por el concepto de fantasmas, que no sólo es caricaturesco sino confuso: ¿son fantasmas, demonios, o entidades malignas pero ridículas y con superpoderes?




Como la mayor parte del público se sale del cine cuando comienzan los créditos finales, se pierden lo que en este caso particular quizá sean los mejores momentos de la cinta. Los créditos están llenos de recortes de escenas filmadas que no están en la película. Hay, por ejemplo, una escena en la parte final de la cinta, precréditos finales, en la que Kevin (lo voy a decir pues no es ésta precisamente una película de misterio ni tampoco «nueva»), poseído por el fantasma del villano, está de pie en una especie de marquesina de un edificio, y con su poder (¿qué poder es éste de los fantasmas?) mantiene hipnotizadas y paralizadas a las fuerzas del orden (policía, FBI, etc.) que han llegado hasta ahí para detenerlo, y los deja detenidos, como congelados, en una pose risible. Y uno espera que los ponga a bailar. Pero, lamentablemente, eso no sucede. Sin embargo, en los recortes de los créditos finales sí bailan (¿por qué no entró esa escena en la edición final?), y vemos además a un Chris Hemsworth bastante más natural. 




Otro dato interesante: durante la película hay apariciones fugaces de actores invitados que tuvieron los papeles principales de la primera versión (los llamados cameos), de Bill Murray (como un anti-cazafantasmas), de Dan Aykroyd (como un taxista que sabe cómo están las cosas, pero no le interesan), de Ernie Hudson (el tío del personaje interpretado por Leslie Jones) y de Annie Potts (como recepcionista). Harold Ramis no salió por la sencilla razón de que murió en 2014 (¿por qué no sacarlo como fantasma?). Y Sigourney Weaver sí sale, pero en los recortes de los créditos finales. Por su parte, Ivan Reitman, el realizador de la primera versión, está acreditado como productor. Y Dan Aykroyd, junto al director del remake y otros más, están acreditados como productores ejecutivos.




Si creen que esta apreciación del nuevo film es sólo cosa mía, me remito a las estadísticas. En el sitio IMDb, esta nueva versión de los Cazafantasmas tiene una calificación de 5.5 / 10 (esta es la calificación promedio de más de 70 mil usuarios del sitio), mientras que la película original, de 1984, tiene una calificación de 7.8 / 10. Por parte de los críticos de cine, sólo los agrupados por el sitio Metascore, la original tiene una calificación promedio de 67 / 100, en tanto que la de la nueva versión es de 60 / 100. Y ahora hablemos de los costos (aunque teniendo en cuenta la inflación y otros factores, los datos no son tan claros): la película de 1984 costó 30 millones de dólares y en su primer fin de semana recabó 13.6 millones. La de 2016 costó 144 millones de dólares, y en su primer fin de semana recabó 46 millones.




El realizador, Paul Feig (nacido en 1962 en Michigan), ha dirigido capítulos de series de televisión, como Freaks and Geeks, Arrested Development, 30 Rock, Mad Men, Weeds, Bored to Death, Nurse Jackie y The Office, entre otras; y en cine es conocido sobre todo por tres cintas anteriores a Cazafantasmas: Bridesmaids (2011, en la que trabaja Kristen Wiig), The Heat (2013, en la que trabaja Melissa McCarthy) y Spy (2015, también con McCarthy). Está claro que sus cintas no son comedias refinadas ni particularmente inteligentes, pero en términos de humor normalmente funcionan para un gusto promedio. Cazafantasmas, aunque como ya comenté tiene buenos momentos, tiende a diluirse, quizá por ser demasiado fiel al film original en ciertos momentos, o por el tamaño enorme de esta producción y el uso a toda hora de efectos especiales... En resumen: La primera película fue original, es boba pero divertida y fue, sin lugar a dudas, un producto de su tiempo. La versión de 2016 no es original, sigue siendo boba pero no es tan divertida, y se siente definitivamente anacrónica y desfasada. Sin embargo, por supuesto, se puede ver. Lo mejor que puede pasar es que les entretenga más que a mí. Lo peor, que se queden dormidos.

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Cazafantasmas (Ghostbusters)
Dirección: Paul Feig
Guión: Katie Dippold y Paul Feig, basado en la película de 1984, dirigida por Ivan Reitman, y escrita por Dan Aykroyd y Harold Ramis
Fotografía: Robert Yeoman
Edición: Brett White, Melissa Bretherton
Diseño de producción: Jefferson Sage
Vestuario: Jeffrey Kurland
Música: Theodore Shapiro
Con: Melissa McCarthy, Kristen Wiig, Kate McKinnon, Leslie Jones, Chris Hemsworth, Charles Dance, Michael Kenneth Williams, Matt Walsh, Neil Casey, Cecily Strong, Karan Soni, Zach Woods, Ed Begley Jr., y Michael McDonald, entre otros.
País: EEUU
Año: 2016
Duración: 116 minutos



lunes, 1 de agosto de 2016

Drácula, de Francis Ford Coppola




Drácula
(Bram Stoker’s Dracula, EEUU, 1992)
de Francis Ford Coppola

Jesús Guerra

Aun esta nueva versión del viejo mito del vampiro por antonomasia, good old Drácula, que se supone es la más cercana a la novela original, es sólo eso, cercana, ya que tiene un prólogo inexistente en la obra de Bran Stoker y un final, también, añadido. Sin embargo, es la más cercana en espíritu a la obra de 1897.




Y es que los vampiros del cine han sido, desde siempre, adaptaciones del mito a la época en que se filmaba la película, sin importar que ésta se desarrollase, teóricamente, en el pasado. Sólo así podemos entender al Drácula de Bela Lugosi, guapo y con el pelo envaselinado que nos ha legado una versión diferente, es decir, puramente cinematográfica, de este muerto-vivo, tornándolo en un galán. De esta variación particular ha provenido la mayor parte de las cintas de vampiros que se han filmado (a esta variación pertenece, también, nuestro muy mexicano vampiro: Germán Robles). Pocas películas habían seguido la descripción original de Stoker, misma que incluye dedos largos y medio deformes, nariz aguileña y pelo en las palmas de las manos.




En contraposición al vampiro made in Hollywood, los alemanes, pueblo mucho más sombrío, más tendiente a lo gótico (y la novela de Drácula fue una obra tardía del gótico, una imitación de lo gótico), más frío, más húmedo, más oscuro, más reflexivo también y heredero del expresionismo, etcétera, nos han dado películas espiritualmente mucho más cercanas a la novela de Stoker que todo lo que había producido el cine norteamericano —hasta antes de Coppola—, los dos Nosferatu (el de F.W. Murnau, de 1922, y el de Werner Herzog, de 1979), las cuales ya habían dicho todo lo que la cinta de Coppola nos dice ahora, otra vez:




a) que el vampiro es, físicamente, un ser bastante feo, aunque tenga capacidad de «maquillarse»;
b) que la persecución de Mina es un acto de amor y no sólo de deseo, y
c) que el vampiro es un ser condenado, triste, sombrío, que lleva al extremo la problemática del ser humano (sobre todo de las clases en el poder y de épocas decadentistas): la lucha entre el hastío espiritual/intelectual que tiende a la muerte (recordemos aquella frase del poeta portugués Fernando Pessoa: «Si el corazón pensara, se pararía») y el instinto de supervivencia que tiende a la vida por sobre todas las cosas. Civilización versus naturaleza. Cultura contra instintos.




En efecto, el vampiro de Francis Ford Coppola, interpretado brillantemente por Gary Oldman, es un ser verdaderamente vampírico, en su sentido literario, muy cercano al vampiro de las cintas Nosferatu y al único vampiro feo de la cinematografía norteamericana, el de la cinta La hora del vampiro (Salem’s Lot: The Movie, 1979), inspirada en la novela de Stephen King.




Pero no son sólo los vampiros de las cintas de Coppola y de Herzog los que se parecen. Es bastante obvio que Coppola imitó, homenajeó o se inspiró, como quiera verse, el film de Werner Herzog para algunas escenas. También la utilización expresionista de las sombras —que en el caso de Coppola es, además, paródica— y otros detalles simbólicos, los cuales son mezclados deliciosamente por parte del director de El Padrino (1972) y de Apocalipsis Ahora (1979), con maquillajes y trucos distintivos del cine comercial de terror de los Estados Unidos (los alemanes, en cambio, tienden más a lo simbólico).




Es interesante —igualmente— el que Coppola haya decidido llevar a cabo una película pensada desde el fin de siglo pasado. Él declaró recientemente que habría querido filmarla como lo hubiesen hecho los realizadores de 1897 (fecha de publicación de la novela y año en el que transcurre la acción de la cinta). Por eso, la mayor parte de los trucos de esta cinta son más bien antiguos, en un afán de recuperar, incluso la (hasta cierto punto) «inocencia» de esa época. El film de Coppola, de esta manera, es un homenaje no sólo a Bram Stoker, a W.F. Murnau y a Herzog, sino también a los hermanos Lumière, al primer cineasta fantástico, el francés Georges Méliès, y al nacimiento del cine. El homenaje al cine, como tal, es evidente en la secuencia (inexistente en la novela) en la que Mina y el Conde van al cinematógrafo, ese espectáculo popular de moda en Londres.


El mal, según esta cinta —y según el multimencionado Nosferatu—, no es una instancia que exista por sí misma, sino que es una reacción desesperada de una pasión extrema y frustrada. Drácula se había convertido en el señor de las tinieblas como una protesta ante la injusticia divina. El vampiro, visto así, es un ser desesperado en busca de amor. Y «el amor», nos dice la frase promocional, al igual que el vampiro, «nunca muere».

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* Las reseñas de la sección Cine de Hoy (2001-2010), y muchas de Cine de Ayer (1971-2000), salvo aclaración, fueron escritas en las fechas del estreno en México de esas obras, en salas de cine o en video, y son publicadas aquí (más o menos) como fueron publicadas en su momento en medios impresos de Coahuila.

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Actualización:
En mi opinión esta versión de Drácula, que más que «Drácula de Bram Stoker» es «Drácula de Francis Ford Coppola», es la última película importante que realizó, hasta ahora, este cineasta irregular pero genial. Y aunque a muchos críticos no les terminó de gustar esta cinta, a mí me parece una obra de una belleza extraordinaria. Antes de este film, Coppola dirigió: The Sky Calls (como Thomas Colchart, 1959), The Bellboy and the Playgirls (1962), Tonight for Sure (1962), The Terror (1963, sin crédito en pantalla), Dementia 13 (1963), You’re a Big Boy Now (1966), Finian’s Rainbow (1968), The Rain People (1969), The Godfather (1972), The Conversation (1974), The Godfather: part II (1974), The Godfather: A Novel for Television (miniserie de cuatro episodios, 1977), Apocalypse Now (1979), One from the Heart (1981), The Outsiders (1983), Rumble Fish (1983), The Cotton Club (1984), Peggy Sue Got Married (1986), Gardens of Stone (1987), Tucker: the Man and his Dream (1988), New York Stories (un segmento, 1989), The Godfather: part III (1990).

Después de Drácula, realizó: Making «Bram Stoker’s Dracula» (documental para televisión, 1992), Jack (1996), The Rainmaker (1997), Youth without Youth (2007), Tetro (2009) y Twixt (2011).



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Drácula (Bram Stoker’s Dracula)
Dirección: Francis Ford Coppola
Guión: James V. Hart, basado en la novela de Bram Stoker
Fotografía: Michael Ballhaus
Edición: Anne Goursaud, Glen Scantlebury, Nicholas C. Smith
Dirección de producción: Thomas Sanders
Vestuario: Eiko Ishioka
Música: Wojciech Kilar
Con: Gary Oldman, Winona Ryder, Anthony Hopkins, Keanu Reeves, Richard E. Grant, Cary Elwes, Billy Campbell, Sady Frost, Tom Waits, entre otros
Género: Fantasía, Horror, Romance
País: EE.UU.
Año: 1992
Duración: 128 minutos